El poder del pecado radica en el engaño

6 septiembre, 2015

El pecado, según las traducciones bíblicas antiguas, significa: “perder el camino o errar al blanco”. Esto es, precisamente, apartarnos de los estándares de conducta establecidos por Dios en su palabra para vida. Esto significa alejarse cada día más de su presencia y voluntad y quedarnos solos, con nuestros razonamientos e ideas como normativa de vida. Es imperante entonces, considerar cuál es la mayor estrategia del maligno para hacernos pecar y por ende, inducirnos al extremo de la condenación eterna. El primer paso, hacer creer –y más hacer creer- al hombre como sabio y aun mayor que Dios. Mediante presentar y magnificar toda obra y materia como la meta eterna, creando espejismos y fascinaciones filosóficas, como lo real y verdadero. Cautivando esencialmente los sentidos materiales y a esto se le llama “engaño”. Que no son ni más ni menos que acciones y palabras usadas para hacer creer algo que no es verdad, usando tretas y astucias. Mediante pruebas demostrables de la mal llamada ciencia con sus diferentes métodos científicos, la cual, los mismos hombres veneran, postrándose por sus beneficios aparentes. Satisfaciendo los cinco sentidos básicos del ser humano, los cuales son las puertas y ventanas que nos introducen la información del mundo externo; y quedando estos satisfechos, creemos haber encontrado la verdad absoluta: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2Co.11:3). En este pasaje, Pablo hace notar el centro de esta enseñanza, utilizando en primer lugar la serpiente antigua, que es Satanás, la cual se define como un espíritu astuto. En Génesis, se refiere “como más astuta que todos los animales”. Pero luego se refiere al blanco u objetivo a afectar, que son los “sentidos” y por medio de la obra del “engaño”, extraviarnos del camino o el blanco, logrando aceptar el pecado aun como bueno o justificado. Surgiendo además, entidades aun religiosas que son capaces de manipular las mismas escrituras y conciencias, mediante artimañas de error.

Con todo este análisis a la luz de la palabra, podemos entender del gran poder que conlleva el pecado, el cual fascina a la humanidad entera. Sumiéndola en placeres extremos, así como fantasías aberrantes que esclavizan cada día más a los -pobres hombres-, quienes presos de falsas visiones y falaces convicciones: viven, trabajan, luchan por alcanzar cosas materiales, aun la eternización mediante experimentos para prolongar la vida, congelar cadáveres, sembrar esperanza de vida en otras esferas planetarias o planos esotéricos, etc. Entonces, es el engaño el que le da el poder al pecado y éste, ya no necesita la fuerza bruta, ni grandes luchas ni combates, sino que cada hombre “solito” busca una viga y una cuerda, se sube a una silla y con placer y con su propio pie, la retira, y goza así el éxtasis del “mejor suicidio…”

¿Y cómo salir de la vorágine del engaño…?

Para eso vino Cristo, para quitar la venda de nuestros ojos, trayendo en su mensaje, la verdad como paradigma y estandarte, y mediante su palabra, la revelación de la inminente hecatombe anunciada para esta generación, que incluye la destrucción de todo lo existente. Reduciéndolo a su mínima expresión, al ser consumida por el fuego: “…pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. (…) Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán desechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir…! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2P.3:7-13). Esto, pues, significa que Jesús vino a cambiar nuestra mente a través de su Espíritu. Abriendo una nueva visión clara y precisa, acerca de “despojarnos de todo peso y del pecado”. Aborreciendo todo aquello que al final, será presa del fuego y esto lo mostraremos al mundo, al renunciar a: placeres, riquezas, poderes sociales, políticos, intelectuales, etc. Esto es un golpe de frustración que nadie quiere oír. Que los hombres peleen sus derechos, pero nosotros, corramos por este mundo honrando a Dios, mediante el desprecio que le hagamos al mundo y su materialismo, que aunque parezca real, perecerá juntamente con todos aquellos seres que crean en su sistema y lo abracen. Sin embargo, para entender estas verdades necesitamos de la fe, la cual es un don divino dado a sus escogidos. ¡Señor! ayúdanos a ver la vida detrás del cristal de tus pupilas, perdona nuestros pecados, danos tu colirio y que con la luz de tu verdad, podamos renunciar y morir cada día al engaño, para desde ya proyectarnos a la eternidad de tu presencia. Así sea, amén y amén.