«Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida…» (2Ts. 2:7-8). Se considera que las cartas de 1era y 2da de Tesalonicenses, fueron escritas por el apóstol Pablo en su última estadía en Corinto, aproximadamente en el año 49-51 D.C. Dice el apóstol Pablo: «Ya está en acción el misterio de la iniquidad». Y ¿qué es misterio? En términos bíblicos, significa “verdad revelada”; y nos preguntamos: ¿a quiénes? A los que tengan oídos para oír, los que hemos alcanzado madurez.
La Biblia enseña que antes de la venida del Señor, habrá en la tierra una generación maligna y perversa que se deleitará en la violencia y la maldad. Seres verdaderamente despreciables, por los actos salvajes e inhumanos que cometerán sin el más mínimo dolor ni misericordia. Seres endemoniados capaces de descuartizar a sus víctimas aún con vida y lo harán sin inmutarse ni condolerse de su sufrimiento. Seres sin temor de Dios, una generación que se olvidó de él. Es una generación influenciada y manipulada por el mismo Satanás, como lo escribiera el apóstol Pablo: «…inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás…» (2Ts. 2:9).
Dirán algunos que no creen en la profecía del Señor: “violencia siempre ha existido, lo que ahora tenemos es mejor difusión de las noticias”. El incrédulo no ve a Dios ni tampoco al diablo, convirtiéndose en víctima de la sutileza del maligno y con actitudes indolentes se vuelve cómplice de la barbarie satánica. Los gobiernos, tanto de Guatemala como del mundo entero, luchan por controlar lo incontrolable, como lo es la violencia a nivel mundial. La escuchamos y vemos en noticias por todos lados: Honduras, El Salvador, México, África, USA, Europa, China y en todo el mundo. ¿Quién podrá detener esto? El hombre le dio la espalda a Dios, ha menospreciado su palabra, la quitaron de las instituciones educativas. Todo por respetar los derechos humanos y vean cuál ha sido el resultado: una generación inaguantable e indómita. No respetan a ninguna institución de autoridad; la bestia despierta y ¿quién es capaz de dominarla? La falta de temor a Dios corrompe a la raza humana, la cual se hunde en la más nauseabunda corrupción, tanto individual como institucional. Dice la palabra de Dios: «Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, el pueblo que él escogió como heredad para sí» (Sal. 33:12). ¿Cuándo daremos crédito a esto? Que la violencia y la corrupción son el resultado de abandonar a Dios y olvidarnos de su Palabra; Dios creo al hombre para manifestar en él su sobre abundante gracia. Pero desafortunadamente el hombre escogió el camino del mal, el camino del pecado y la injusticia. Dice la palabra de Dios: «La justica engrandece a la nación; mas el pecado (violencia, corrupción, etc.) es afrenta de las naciones» (Pr. 14:34).
Pero ¿cómo podemos esperar justicia, si no hay temor de Dios ni en los que capturan al delincuente, ni los jueces que los juzgan? Dice la palabra de Dios: «Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote (pastor o guía espiritual), todos son engañadores» (Jer. 6:13). Esta es la triste realidad que nos rodea. La corrupción y el pecado no miden estratos sociales ni institucionales; a todos, el diablo los ha corrompido con la avaricia (amor al dinero), siendo impotentes ante este flagelo social que pudre a nuestra sociedad, moral y espiritualmente hablando. La iglesia, tristemente, no se escapa de esta contaminación.
Es tiempo de volver a Dios, como lo dice su palabra: «…si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra» (2 Cr. 7:14).
¿Cuántos tienen oído para oír este llamado? ¿Cuántos entienden que el misterio de la iniquidad, cual plaga maligna, está cubriendo el mundo entero de la influencia satánica? ¿Cuántos estamos dispuestos a tomar acciones prácticas, para erradicar de nuestros hogares la indiferencia a Dios y buscarle día tras día, para que sane nuestros hogares de la violencia y la corrupción?
Bueno es volver a Cristo verdaderamente, dispuestos a ser imitadores de Dios como hijos amados; sabio es volver a la senda antigua y pidamos un corazón nuevo y humilde, consagrado a Dios. No podemos cambiar al mundo, pero Dios sí puede cambiar mi hogar, en el nombre de Jesucristo ¡¡¡si podemos!!! Amén.