Dios en la creación formó al hombre, pero por falta de entendimiento el hombre se entregó al mal, sin temor ni amor a su creador; esto a Dios le dolió en su corazón. Como la maldad era mucha, los pensamientos eran sólo al mal: “Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón” (Gn. 6:6). “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová. …Noé, varón justo… con Dios caminó Noé… y le encomendó hacer un arca; porque traeré el diluvio para destruir todo lo que hay en la tierra por la violencia” (paráfrasis del verso 8 al 17). “…y quedó solamente Noé, y los que con él estaban en el arca” (Gn. 7:23). Dios por amor al mundo, nos envió a su hijo y en una ocasión al hablar con la multitud que le seguía y a sus discípulos, les habló: “las bienaventuranzas, para los pobres, a los que lloran, a los mansos, diciendo gozaos y alegraos porque vuestro galardón es grande en los cielos” (Léase Mateo 5:1-12).
Lo anterior se confirma: “Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová; ellos heredarán la tierra” (Sal. 37:9). Recordemos que el Señor nos promete cielos nuevos y tierra nueva; esto será si oímos la palabra de Dios para nuestra conducta rebelde y violenta, al creer que Dios tiene la palabra y el Espíritu que nos da el nuevo nacimiento para obedecer a nuestro Redentor. La palabra nos dice: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mt.6:19-20). Agreguemos: “El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará (Mt. 10:39). Esto es tomar la cruz ¿Cuáles son nuestras metas en el mundo? ¿Para qué nos preparamos; en qué negocio estamos interesados? El Señor explica en la parábola del sembrador: “El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra y se hace infructuosa. Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra y da fruto…” (Mt. 13:22-23). Esto es permanecer en el Señor, guardar sus mandamientos y entonces somos la sal en medio del mundo que busca fama, gloria y ama el dinero.
El evangelio nos ayuda cuando nos dice: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Jn.12:24-25). Para esto necesitamos amar a Dios y amar al prójimo. El apóstol Pablo dice: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col. 3:2). Sin Dios ¿qué se espera? “…los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos” (2P. 3:7). El Señor retarda su venida, para que procedamos a arrepentirnos: Pero en el día del Señor, los cielos pasaran, los elementos ardiendo serán desechos y las obras serán quemadas; esto es para que los que oímos la palabra, andemos en santidad y piedad, porque los cielos serán desechos y todo se quemará y fundirá. “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2P. 3:12-13). Como parte de la iglesia que oye la palabra y la guarda, nos muestra el juicio que Dios le dio a Adán por su desobediencia e incredulidad: “…maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida… Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Gn. 3:17-19). El Señor ora por sus discípulos: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado…” (Jn. 17:24). Señor, ayúdanos a creer y no perdernos en el mundo, ganando la vida eterna.