La gratitud es una manifestación que muestran los hijos de Dios. Y debería ser una práctica continua, la cual nos llenará de bendiciones y de valores como la fe, fortaleza, alabanza, esperanza, paz y muchos más. Ya que al reconocer que la vida y todo lo que poseemos depende de Dios, estaremos cada día más agradecidos con él por las bendiciones recibidas. Tenemos el ejemplo del salmista, al decir: ¿Qué pagaré a Jehová Por todos sus beneficios para conmigo? Tomaré la copa de la salvación, E invocaré el nombre de Jehová. Ahora pagaré mis votos a Jehová Delante de todo su pueblo” (Sal. 116:12-14).

Por supuesto, a Dios no le podemos pagar. Pero la gratitud nos llevará a tener una vida que demuestre una conducta con humildad y mansedumbre. Cuando dice: “invocaré el nombre de Jehová”, habla precisamente de un espíritu de dependencia y gratitud. Cuando Dios abre nuestros ojos para comprender sus planes de bien y sus propósitos para con nosotros, podremos invocar su nombre para agradecer por todos sus favores y beneficios en nuestra vida. Y aun cuando pareciera que las cosas no son favorables, la gratitud por medio de la fe, nos lleva a esperar en la obra de Dios, pues su voluntad es agradable y perfecta.

En una ocasión, yendo Jesús a Jerusalén, al pasar entre Samaria y Galilea, le salieron a su encuentro diez hombres leprosos, los cuales le pedían misericordia para recibir su sanidad (léase San Lucas 17:11-18). Y Jesús los envió a mostrarse con los sacerdotes. Mientras iban en el camino fueron limpiados de su enfermedad. Pero sólo uno de ellos volvió, glorificando a Dios. Y manifestó su gratitud de una manera especial, leamos: “…y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano” (Lc. 17:16). Observemos a dónde lo llevó la gratitud. Fue movido a humillarse para reconocer y agradecer la misericordia y como efecto, recibió también la salvación.

Muchas veces nos acostumbramos a los beneficios que recibimos continuamente y desconocemos que todo tiene un origen y es en Dios. Esta actitud es la razón por la cual el hombre se vuelve cada día más ingrato, leamos: También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, «ingratos», impíos…” (2 Ti. 3:1-2). Toda esta manifestación maligna se da por no reconocer que todo lo que tenemos viene de Dios.

La falta de conciencia nos puede llevar a ser ingratos, a sentirnos con derechos, a menospreciar a los demás y a exhibir nuestras obras para ser vistos. Y lo más terrible es ese espíritu de enaltecimiento que nos llevará a alejarnos de Dios, de quien hemos recibido todas las cosas, leamos: “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia…” (He. 12:28).

Cuando somos agradecidos en las cosas pequeñas, también lo hemos de manifestar en lo más grande que Dios nos da, como lo es la salvación y todo lo que ello implica. Leamos: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Col. 3:17). Es maravilloso comprender que la gratitud no sólo son únicamente palabras, como en estos versículos nos muestra, sino que se manifiesta a través del temor y reverencia a Dios.

Otro ejemplo de mucha enseñanza es el que podemos encontrar en San Lucas 7:36-49. Aquí encontramos la experiencia de la mujer que ungió los pies de Jesús con sus lágrimas y los secaba con su cabello. Y en ese encuentro, el Señor Jesús le dice a esta mujer: “Tus pecados te son perdonados (…) Tu fe te ha salvado, ve en paz” (Lc. 7:48-50). Ella percibió que el Señor era el único que podría perdonarla y salvarla. Y de esta manera manifestó su amor y gratitud a través de su acción.

Un corazón agradecido estará lleno de alabanza a Dios. Veamos la recomendación del apóstol Pablo, quien escribe desde su experiencia al estar preso, en una cárcel, pero con un corazón libre y que tenía gratitud en todo, leamos: “Regocijaos en el Señor siempre (…) Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Fil. 4:4-6).

Cuando en nuestro corazón decidimos ser agradecidos, podremos ver que habrá consecuencias y resultados muy agradables como la paz. Leamos: “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos” (Col. 3:15). El poner en Dios nuestra confianza nos traerá descanso, tranquilidad y paz, porque la gratitud nos hace evidenciar que estamos comprendiendo el amor tan grande de Dios hacia nosotros.

Que Dios nos ayude a valorar todo lo que nos ha dado. Y mantengamos siempre nuestra gratitud hacia Dios, porque cada día sigue perfeccionando su obra en nosotros. Que Dios les bendiga. Amén.