El hombre dentro de su propio concepto, aunque casi siempre influenciado por el medio, trata de hacerse a la idea de cosas que le parecen tan reales, «sólo porque las ve, las palpa o las oye». Sin razonar sabia y menos espiritualmente, que éstas son de una o dos dimensiones, ya que ven bajo la perspectiva material de lo existente. No valoran el origen real ni a su creador. Muchas veces son argumentos falaces o fantasías ilusorias.
Y sin una base fiel, le hacen permanecer en un mundo de ideas, en donde reside aun la necedad; dentro de círculos viciosos de grupos, sociedades o entes, que coadyuvan íntimamente en cada ser, para alinear y alienarlos hacia locas obsesiones materialistas como: modas, sentimientos, pasiones, costumbres, leyes, vicios, tradiciones, ciencia de este siglo, inclinaciones religiosas, políticas, etc.
Tomando a los hombres y convirtiéndolos en verdaderos esclavos de sistemas corruptos que compran y arrebatan el alma de los hombres, hasta convertirlos en egoístas autómatas, sin criterio ni control. En una dependencia total de otros hombres, algunos violentos, otros sutiles y amables, guiados mental y espiritualmente por hordas satánicas de demonios, las cuales tienen como misión destruir a la humanidad para condenarlas al infierno, el cual está preparado para ellas y sus seguidores, juntamente con Satanás. Este plan es ancestral, aun desde Adán, y no cabe duda que aquí hay una inteligencia maligna bajo varias estrategias, las cuales exponemos así:
1). Hacer creer que a pesar de que el hombre es un ser creado, podía tener la posibilidad de ser como Dios, mediante conocer el funcionamiento y observación de los fenómenos también creados. Y aunque parezca absurdo, el planteamiento fue tan bien argumentado, quedando oculto el engaño, leamos: “…pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, «Y SERÉIS COMO DIOS», sabiendo el bien y el mal” (Gn. 3:2-5).
2). Sobre estimando al hombre, sus dotes de inteligencia y razonamiento, y surge así la segunda trampa mortal: “Conoce a Dios, llega a él y supéralo” por tus propios métodos; nunca dependas de “Un Dios egoísta”. Surgiendo toda especie de filosofías, doctrinas y las “poderosas religiones”, que mediante extrañas prácticas rituales y falsas expectativas, han causado el más grave de los impactos de error, llevando al ser humano a vivir la fantasía de un cielo y una eternidad sin mayor fundamento que sólo la creatividad de las mentes simples. Leamos: “Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y reptiles” (Ro. 1:22-23). Estas son todas las religiones conocidas y por conocer.
3). Tratar de hacer quedar mal a Dios como el que castiga; como el que permite la injusticia: ¿Por qué permite niños enfermos, terremotos, pestes, violencia, guerras? Justifica el pecado en el hombre y condena a Dios; siendo que Dios hizo todo perfecto y fue la transgresión la que, como consecuencia, rompió el equilibrio e hizo caer la maldición sobre todo lo creado. En esa ruptura del ciclo natural establecido, nace la corrupción, la enfermedad y la muerte como efecto. Leamos: “Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad (…) porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de la corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Ro. 8:20-21).
4). Tratar de convencer al hombre de su éxito propio, mostrando obras vistas aparentemente creadas por él. Creer en él mismo, haciendo cada día más y más, el abandonar cualquier idea de sujeción, obediencia y humildad. Lamentablemente, la convicción personal y colectiva de estos principios y valores hacen crecer la idea original, creándose con esto la nueva era, para la manifestación del hombre de pecado, el hijo de perdición, leamos: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Ts. 2:3-4). Es este, precisamente, el ser que al final peleará con el Señor, en el Armagedón, para ser vencido para la eternidad.
5). Trabajar exhaustivamente en la mente del hombre, para convencerlo que este mundo fantasioso es la única forma de vida existente. Y que hay que vivir a plenitud, hay que trabajar, investigar, gozar, producir, prosperar, tener, etc. Descartando totalmente la idea de que existe un castigo y un infierno. Y que cualquier beneficio o recompensa está aquí en este mundo, dejando toda idea de eternidad fuera, como alternativa. Pero la palabra dice: “…el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna (cielo) a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia (infierno)…” (Ro. 2:6-9). Además: “…Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno…” (Lc. 12:5).
Amados hermanos, miremos bajo la lente divina, bajo la razón absoluta que radica únicamente en el Eterno Dios. Ya que hay muchos hombres quienes viviendo en “la opulencia religiosa”, creen tener algo tan grande como la salvación, como que ya está ganada. Sin tomar en cuenta el condicionamiento divino. No cayendo en necedades en cuanto a tener algo que es otorgado en misericordia y que sólo mediante la humillación, el clamor y la súplica, tal vez podamos alcanzar la eternidad.
El apóstol Pablo, en la última etapa de su ministerio y de su vida expresa: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado…” (Fil .3:12-14). Seamos conscientes, manteniendo siempre una actitud de amor, temor y súplica, para alcanzar nuestra tan anhelada salvación. ¡Gracias, grande y bendito Dios, por esta maravillosa oportunidad! ¡Sálvanos Señor! Amén y Amén.
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