Amados hermanos y pueblo de Dios: Estamos y convivimos dentro de un sistema satánico en donde los únicos valores que prevalecen, están ligados a un materialismo como principio y base fundamental. Y pregunto: ¿cómo puedo sostenerme seguro dentro de este ámbito, en donde las posesiones marcan mi presencia y sobrevivencia? La respuesta es más que obvia. El dinero y su poder adquisitivo marcan categóricamente la sobrevivencia existencialista. Entonces, surge la premisa: si no hay dinero, no hay cosas; y si no hay cosas, no hay felicidad. Entonces, si quiero felicidad tendré que buscar la fuente y provisión de aquella, la cual los hombres, enseñados por Satanás, buscan equivocadamente en lo tangible o material, lo cual se compra con dinero.

Los hombres mismos, nuestros congéneres, nos venden el agua, la tierra, las plantas, los animales, la luz, la risa artificial y hasta el oxígeno que respiramos. Y lo que Dios nos regaló amorosamente, como herencia, nos lo canalizan en tubos, cables, o por el espacio; y sólo los traen a la comodidad de una casa. Y hay que pagar todo, precisamente con dinero. Surge entonces, culturalmente, el deseo desmesurado de tener dinero y más dinero (espíritu de avaricia), para tener más cosas y entonces, “ser más felices”.

Terminamos todos, amando el dinero y volviéndolo en la razón primordial de nuestro esfuerzo y trabajo, entregando la salud, la verdadera felicidad y aun la vida misma, leamos: “Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte” (Pr. 14:12). Además: “…raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” (1 Ti. 6:10-11).

Satanás sabe la tendencia adictiva de cada hombre de ser feliz, aunque sea artificial y temporalmente. Además, le dio como facilitador de aquella, el dinero, casi como el único recurso. Todos los hombres quieren dinero y más dinero, y en esa obsesión perversa pelearán con “garra y uña”, perdiendo todo concepto de humanidad y piedad. En esta administración diabólica, este ser perverso, que la palabra ubica como el engañador y la serpiente antigua, usará diferentes estrategias para hacer de los hombres, esclavos. Y dada la simpleza y alienación diabólica al medio establecido, y por la ausencia de Dios en las vidas, caemos como víctimas inocentes del engaño.

Nos ofrecen regalos, ofertas y dinero fácil. “Sólo llene aquí y firme aquí” y todo es suyo. Cristo, después de 40 días de ayuno, en un agotamiento físico, extremo, estaba ubicado y seguro de que hay algo mejor que los bienes y los placeres. Y se manifiesta respaldado por las Sagradas Escrituras, diciendo: “escrito está”. ¡Hay cosas mejores en la dimensión de lo espiritual! Y obedeciendo a Dios, obtendremos más que comida, gloria o fama de este mundo, algo superlativo. Ante esta convicción muy bien definida, Satanás tiene que irse, aunque por un tiempo, avergonzado.

Es lamentable que nosotros, como hijos de Dios, con las Escrituras y el Espíritu como guías, y la conciencia como canal directo con el bien eterno, no podamos entender que Satanás da “generosamente” dinero, fama, gloria, placer, y a manos llenas. Lo único que nunca te advierte, es que tarde o temprano emitirá su factura, con montos injustos, exuberantes e impagables. Y mediante tormentosos e implacables intereses moratorios, cobra hasta lo último. Y terminarás perdiéndolo todo.

Recuerda amado hermano, que nuestro bienestar y provisión económica y de sobrevivencia, no viene adjudicado a estrategias satánicas. No juegues loterías, bingos, azares, dinero fácil sin esfuerzo ni trabajo, negocios injustos, ganancias deshonestas ni negocios oscuros. No te juegues la suerte compitiendo con el mundo, ellos tienen su dios. Nosotros tenemos “nuestro Dios”.

Ellos tienen placer y nosotros, gozo inefable. Ellos, dinero fugaz; nosotros, paz, gozo y abundancia de bendición; aunque nuestra cuenta de ahorro esté vacía, leamos: “Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; Tú sustentas mi suerte. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, Y es hermosa la heredad que me ha tocado” (Sal. 16:5-6). Además: “La bendición de Jehová es la que enriquece, Y no añade tristeza con ella” (Pr. 10:22).

Entendiendo todo esto, sabremos que este mundo nunca te dará algo, sin esperar el doble o el triple de lo invertido. Los políticos y demagogos, dan migajas en efectivo o en especie. Pero luego recogen su recompensa en las urnas electorales o campañas publicitarias. Los empresarios y comerciantes te ofrecen regalos y ofertas de lo que ya no sirve, de la podredumbre de sus bodegas; y les resuelves sus inventarios muertos.

Hay también instituciones benéficas que aportan donaciones jugosas y se las cobran en fama y evasión de impuestos. Pero también hay religiones y clérigos que ofrecen casas, estudios, oportunidades y viajes. Y en vida se cobran con diezmos y ofrendas, donaciones, buena fama y hasta sexo ilícito. Al final, también obran con el alma de los ingenuos. Y el mundo te dice: “Todo esto te daré (con una condición), si postrado me adorares”.

Amados hermanos, todo esto quisiéramos, tal vez, no saberlo o esconderlo. Pero sólo te recuerdo que la verdad es la mejor fuente de la auténtica libertad. Sólo Dios, en la preciosa manifestación de Jesucristo, compró con su sangre el precio de nuestro pecado. Pagó y luego nos entregó gratuitamente la legalidad de nuestra libertad.

Hoy nos dice: eres libre, elige la ruta. O recibes del mundo, de sus estrategias y ofertas; o por amor decides que el Dios eterno, en adelante, sea tu Salvador, tu sustentador, tu sanador, tu provisión, tú consuelo, tu única esperanza y al final, tu única fuente de salvación para convivencia con él mismo por la eternidad. Esto sí es un regalo desinteresado, ya que hemos de ser únicamente nosotros los directamente beneficiarios. ¡Yo necesito de Dios! Él no necesita de mí. Por favor, sé tú, oh Dios, el todo de mi vida. Amén y Amén.