Damos gracias a Dios por todas las actividades recientes, relacionadas con el tema: “Una iglesia viva, ama y evangeliza”. Y hemos sido llevados a la conciencia y la exhortación a todo nivel, desde los pastores hasta los miembros de cada una de nuestras congregaciones en todo el país y a las iglesias filiales en otros países, de retomar el trabajo de una iglesia misionera. Y esperamos con la ayuda de Dios, reflexionar que estamos en el tiempo del fin, en donde el amor y la fe son afectados por el enemigo, por medio del aumento de la ciencia y la proliferación de un falso evangelio que engaña y atrae, así como ese árbol de conocimiento del bien y del mal.

En nuestra reunión general tuvimos la bendición de recibir el mensaje de Dios para su pueblo. Y luego, la palabra escuchada en los ágapes fue confirmada para unos cuatro mil asistentes, más miles de personas enlazadas en las diferentes plataformas y redes sociales. Para la gloria de Dios, el evento se clausuró con la Pascua, para recordar el sacrificio del Señor y así renovar nuestro compromiso de amar el evangelio, para predicarlo y compartirlo. Jesús nos dice: “…Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mt. 16:24-25).

Ahora nos corresponde trabajar y buscar en la palabra, la fe para perseverar en la doctrina de amar y servir al prójimo. Y estamos escuchando testimonios del efecto que la palabra está provocando en medio de su pueblo, en jóvenes y en familias que desean entender cuál es la voluntad de Dios. La iglesia crece con la asistencia de nuevas personas y cuando los jóvenes toman conciencia de la necesidad de recibir en el corazón a Jesucristo como Señor y Salvador. Cuando entendemos que debemos ir por el camino de santidad para participar como nuevas criaturas, para nacer de nuevo y tener la fe que agrada a Dios y vence al mundo.

Los adolescentes y niños necesitan la enseñanza de los padres que viven y permanecen en el camino del Señor. Leamos: Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6:4-7). Esto fue confirmado por el Señor, cuando le preguntaron cuál es el gran mandamiento en la ley, leamos: “…Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mt. 22:37).

Por lo anterior, todos debemos de dar importancia a la lectura y el escudriñamiento de las Sagradas Escrituras. Es el momento de evaluar si lo que estamos oyendo se entiende y se practica. Lo más probable es que quienes no tienen el Espíritu Santo pueden repetir lo que se escucha; pero no se aplica a la conducta de amar a Dios y amar al prójimo. Escrito está: “Sin mi nada podéis hacer”.  Es por ello que nuestro acercamiento es el resultado de la humillación, para morir a los deseos de la carne, nacer de nuevo y buscar la llenura del Espíritu de Dios.

Existen varios pasajes que ayudan a la iglesia, para ese trabajo que debemos hacer en casa. Salomón nos dice: “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6). La formación y la instrucción en el camino, pueden ayudar a alguien para permanecer en el temor de Dios durante toda su vida. También se nos dice: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre; Y no desprecies la dirección de tu madre…” (Pr. 1:8). Es importante escuchar a aquellos que están cerca y que desean el bienestar espiritual, de lo contrario, en el mundo se tendrá que llevar grandes lecciones y fracasos, por no haber atendido al consejo en casa.

Otro pasaje dice: El que ama la instrucción ama la sabiduría; Mas el que aborrece la reprensión, es ignorante” (Pr. 12:1). No se refiere a la sabiduría terrenal, porque esa provoca el sentimiento de creerte un “dios”, y además promueve los celos, contención y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto, es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Así que, si somos sabios y entendidos, mostremos por la buena conducta nuestras obras en sabia mansedumbre.

Jesús nos dice a los que servimos: Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas…” (Mt. 11:29). La palabra del Señor es la verdad que nos hace libres del mundo y de la carne. Y confiemos en su promesa: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Ro. 8:1).

No te avergüences de tu fe. Sigamos el máximo ejemplo que es nuestro Señor Jesús, quien desde su niñez, adolescencia y juventud, fue un modelo para todas las generaciones futuras. Digamos: “¡Yo y mi casa serviremos a Jehová!”. Que Dios les bendiga. Amén.