La reanudación de algunas actividades presenciales en la iglesia central es de gran bendición. Y como un pueblo escogido debemos esforzarnos en mantener y avivar la fe en el único Dios verdadero. Dichas actividades fueron suspendidas por la manifestación de la pandemia, hace poco más de dos años, pasando de esta manera a la comunicación virtual.

La comunión y comunicación del 2020 al 2022 fueron guiadas por Dios. Y nos llevaron a entender los valores cristianos dentro del hogar; guiando a nuestros hijos hacia el nuevo nacimiento. Siguiendo el tema: “Proyectándome hacia la eternidad”, continuando nuestra edificación con: “Firmes sobre la Roca”, y cerrando en marzo del presente año con el tema: “La evaluación espiritual”.

La pandemia ha tenido severas consecuencias, ya que ha enlutado muchos hogares, con la muerte de más de 17,000 personas en el país, incluyendo a algunos de nuestros hermanos y familia en Cristo. Varios enfrentaron la prueba, confiando, sanando y glorificando a Dios. Algunos partieron a la presencia del Señor (hermanos, hermanas, un diácono y un pastor en el interior), dando testimonio de que la palabra se cumple cuando dice: “…para mÍ el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:21). Si servimos al Señor, el morir es ganancia”. Porque escrito está: “Si amamos a Dios, pase lo que pase, el resultado es para bien del alma”.

El Señor nos dice, a los que hemos nacido para servir: “por sus frutos los conoceréis”. Tenemos por la gracia de Dios, un siervo y su familia que estuvieron en la prueba, donde la palabra los sostuvo para la edificación de la iglesia, en especial a los que los conocemos y oímos. La palaba nos dice: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Ap. 2:10).

         Moisés le habla a Israel, leamos: “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos” (Dt. 4:9).

         Sin la palabra, nos ocupamos por las cosas que vemos y tocamos. Ahora, teniendo el Espíritu, la palabra que escuchamos la compartimos, en especial con los adolescentes y jóvenes que salen al mundo. Al respecto, Dios nos dice: “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Ec. 11:9).

         Habacuc dice en especial a la juventud: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4). La fe viene por el oír y entender la palabra de Dios. El Señor Jesús nos dice: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mt. 16:26-27).

Las señales del fin se están manifestando con la presencia de un evangelio sin negación, sin cruz. La extensión del evangelio de la prosperidad, se recibe y se vive en salones que dan gustos a la carne y a los ojos. Dios nos dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17).

Dios nos dice que debemos velar y esperar su retorno. Y no debemos afanarnos por las cosas materiales, como la comida, la bebida y el vestido, que son un tropiezo para entender la palabra que oímos para morir al mundo y a la carne, pues estorban el fructificar, al no dejar morir para nacer de nuevo. Otra barrera según la parábola del sembrador es el amor al dinero, que es la raíz de todos los males. Escrito está que el amor a Dios y al prójimo se está enfriando y la fe se está menospreciando.

         Dios nos revela que para el tiempo del fin, la ciencia aumentará. La promesa para los que creen en el reino de Dios y su justicia es: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad” (Dn. 12:2-3).

Además, para aquellos que no amaron a Dios ni entendieron que nuestra vida es para servir al necesitado, se confirma el castigo: “E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mt. 25:46). Más claridad nos da este pasaje: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Jn. 15:5-6).

         Busquemos la guianza de Dios para que la evaluación espiritual antes mencionada, nos sirva para medir el resultado de oír la palabra y así estudiar en casa con nuestro prójimo. Señor, ayúdanos a evaluar nuestro amor y nuestra fe. Que Dios les bendiga. Amén.