“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición (…) Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad (plan secreto de la maldad); solo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio” (2 Ts. 2:3 y 6-7).

Mi amado hermano y amigo, así como Dios en su maravillosa misericordia y sabiduría decidió trazar un plan de salvación para todos los hombres, Satanás elaboró un plan macabro y perverso para, de alguna manera, bloquear o estorbar el plan divino de la salvación a través de la fe en el sacrificio de Jesús en la Cruz. A este plan satánico de condenación, el Espíritu Santo le llama: “el misterio de la iniquidad”.

Se entiende que no todos lo conciben ni lo ven. Es secreto y oculto a la vista de cualquier ser humano. Y el principal objetivo es llevar al hombre a acciones pecaminosas que propician, de acuerdo a la justicia de Dios, su condenación. Los componentes de este plan tienen que ser sutiles y no grotescos ni que espanten a su víctima. Tienen que ser agradables al oído y a la vista, que produzcan placer y satisfacción. Y sutilmente logran con el tiempo cauterizar la conciencia del hombre, su víctima.

Con el transcurrir de los siglos, Satanás ha ido perfeccionando sus métodos y estrategias, las cuales cada vez son más poderosas y esclavizantes. Y la capacidad de cobertura se ha potenciado, de tal manera que en cuestión de minutos alcanza, lo que en términos populares se le ha llamado “VIRAL”; entiéndase de dominio masivo, casi mundial. Así de poderosa se ha vuelto la influencia de la maldad en el plan de la iniquidad.

Pero dice el pasaje bíblico inicial, que para que no logre esa pretendida cobertura mundial, hay quien al presente “lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste a nivel mundial”. Cada día es más difícil ver hombres convertidos de corazón a Cristo Jesús y que se conviertan en verdaderos paladines de la verdad de Cristo. Ese misterioso plan de maldad incluye naturalmente a la iglesia, que se supone es columna y baluarte de la verdad de Cristo.

Pero como el interés del diablo no es ver almas convertidas, sino más bien almas engañadas, entonces levanta falsas iglesias y falsos predicadores que predican un falso evangelio. Pregonan libertad y ellos mismos son esclavos de pasiones pecaminosas; les ofrecen una falsa salvación, porque la auténtica salvación es producto de la obediencia sincera a los mandamientos de Jesucristo, leamos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad…” (Jn. 14:15-17).

Y me pregunto: ¿Quién es el que al tiempo presente detiene a Satanás, para que no alcance el dominio mundial sobre el hombre? La respuesta es muy sencilla, es: el Espíritu Santo de Dios. Debemos comprender que no puede haber conversión verdadera sin la intervención del Espíritu de Dios en el hombre. Y mientras el Espíritu de Dios esté presente en el mundo, será posible ver el milagro maravilloso del nacimiento de nuevas criaturas en Cristo Jesús.

Hombres y mujeres que defienden con celo la santidad de la casa de Dios; todavía hay, sólo que cada vez son en menor cantidad. El Señor Jesús dijo un día, ante el abuso y desorden que los lideres religiosos habían permitido por avaricia, en el templo de Dios: “…y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado. Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume” (Jn. 2:16-17).

Mis amados lectores, la maldad aumenta en proporciones gigantescas y con dominio casi mundial. El plan diabólico de maldad está en pleno desarrollo, ganando terreno en todas las áreas de la vida humana. Pero todavía está presente el Espíritu Santo de Dios y todo aquel que lo pide y le busca, lo hallará. Escapa de la religiosidad tradicional y entra en la verdadera dimensión espiritual en donde está Dios.

Podemos estar en la iglesia organizada, humanamente hablando, pero ausentes de la iglesia verdadera de Jesucristo, conformada por todos aquellos que tienen en sus frentes y en sus manos, el sello del Espíritu de Dios, que es la Santidad. ¿Te sientes impotente para hacer la voluntad de Dios? Jesús también sintió lo mismo, y no sólo él, también lo sintió el apóstol Pablo, también el apóstol Pedro, también el profeta Elías, también el rey David, etc.

La debilidad nunca será excusa para ceder ante las tentaciones del misterio de la iniquidad, porque tenemos en Cristo Jesús la promesa del Espíritu Santo que él enviará a cada uno que invoca por ayuda. ¡Clama por el Espíritu Santo, iglesia de Cristo! ¡Clama por el Santo Espíritu de Dios, hermano amado! Y ten por seguro que él te responderá. Dios lo prometió y lo hará si lo pides conforme a su voluntad.

Que Dios te dé la capacidad de no caer en las redes del plan de maldad que ya está convirtiendo a millones de hombres en hijos de iniquidad. ¡Santifícate, pueblo de Dios! Amén.