Amados amigos y hermanos: una vez más, en este devenir de eventos diarios, nos vemos de continuo ante un mundo lleno de vanidades, ironías y fantasías, las cuales nos hacen cada vez más víctimas del engaño y el error, debido a su estrategia encubierta y mal dimensionada. Y lamentablemente, una de las obras más poderosas se evidencia frente a nuestros ojos mediante la religión, la cual a través de los siglos ha cumplido una de las misiones más perversas, constituidas por la filosofía, hipocresía y el emocionalismo.

Esto, materializando a Dios y todo lo sublime, y que bajo las actuales y perversas “doctrinas de la prosperidad” y “el humanismo”, han echado por la borda todos aquellos principios y valores verdaderos y genuinos, dictados e inspirados por el Espíritu Santo de Dios y plasmados en las Sagradas Escrituras.

Esta centralización obsesiva, hacia el tener, adquirir, competir y amontonar, va acorde, precisamente, a los principios egoístas satánicos que han de provocar cada día: menos interés en la piedad, el legítimo amor, la verdad y la misericordia, que son vitales para heredar el reino de los cielos, juntamente con Jesucristo. Leamos: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama el mundo, el amor del Padre no está en él. Porque TODO lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre sino del mundo” (1 Jn. 2:15-16).

Esta tendencia de la “prosperidad”, nace como parte de una línea o mentalidad capitalista en Norteamérica, aplicada al sistema religioso a mediados del siglo XIX. Esto, aparentemente inició con algunos principios inofensivos aplicados a la prosperidad en cuatro aspectos, así: intelectual, financiero, físico y espiritual. Estos conceptos fueron, paulatina y masivamente, aceptados en las últimas tres décadas, involucrando a algunas organizaciones cristianas, católicas, evangélicas y neo pentecostales, principalmente. Y mediante este movimiento del “nuevo pensamiento”, se fueron expandiendo por toda Latinoamérica, abarcando la política y la economía. Además, entre otros poderes, como sanaciones y dramas de liberaciones, nominándolo finalmente como  “la teología de la prosperidad”.

Actualmente, este movimiento se ha convertido en una verdadera fiebre de avaricia. En donde el dinero, el poder, la construcción de grandes, mega o híper templos y coliseos, es motivo de orgullo. Y la principal motivación radica en tener y más tener, en entrar en un grande y ambicioso concurso de élites sociales, económicas y políticas; con yates, verdaderas mansiones y aeronaves privadas, en donde se han olvidado de las almas como el centro de su labor. Y en donde la asistencia a los pobres, viudas y necesitados, es una mera pantalla publicitaria.

Las religiones han entrado en el mundo del “marketing popular” desmesurado, para presentar a sus colegas, amigos y fans, sus riquezas  materiales como su verdadero éxito, bendición y prosperidad. Según ellos, esto es el acercamiento a Dios, pero lo hacen “extorsionando” y exprimiendo el bolsillo de los que, por el desconocimiento de la palabra y de la verdadera  voluntad de Dios, se entregan, cual marionetas, en un fanatismo y admiración a fortunas y a hombres; por cierto, mortales igual que ellos.

Leamos que nos habla la palabra respecto a esto: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” (2 P. 2:1-3).

La estrategia satánica es una verdadera trampa mortal, ya que atrapa dentro de las fauces de una ideología, que es “la del poseer”, satisfaciendo cualquiera de los sentidos de percepción humana: objetivos y subjetivos de aquel ser, dejando al hombre anulado de cualquier razonamiento y sensibilidad espiritual, en lo referente al Dios verdadero y la vida eterna. Quedando aquel pobre e indefenso ser, cautivo y sin voluntad, maravillado y estupefacto, al ver realizados sus más anhelados proyectos existencialistas. Advierto, sin saber que todo lo material se queda al llegar la muerte.

Amados hermanos, estamos en los últimos tiempos, tiempos de apostasía, de los cuales advierte la palabra, así: “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mt. 24:24).

Pero la iglesia verdadera, la que ha sido escogida mediante redención y llamado, nunca será engañada ya que el testimonio del Espíritu Santo, como componente intrínseco, nos guiará a toda justicia y a toda verdad. No por una teoría, sino mediante una experiencia vivencial, la cual hemos experimentado los que por la fe aun hemos renunciado a muchas glorias, fama y fortunas, porque estamos plenamente seguros de que Dios tiene cosas maravillosas que ha preparado para su pueblo. Bendito sea el Señor por siempre y para siempre. Así sea. Amén y Amén.