Los jóvenes que asisten a la iglesia a escuchar las prédicas, tienen inquietudes o problemas, derivados de la etapa de su vida que están atravesando. Y el Concejo Pastoral, con el ánimo de cooperar y ayudar a la juventud, realiza continuamente retiros juveniles, en donde se comparte la doctrina adecuada para ellos. Llevándolos a cabo en algunos fines de semana, en diferentes regiones del país. Con la esperanza de que estas actividades tengan mención y extensión en las iglesias y los hogares, así como Moisés lo recomendó a Israel.
La visión es que los jóvenes puedan acercarse a la iglesia para crecer espiritualmente y así poder participar en privilegios, y buscar una verdadera relación con Dios, huyendo de la apostasía que se manifiesta en el tiempo del fin. Y asimismo ayudar a la extensión del reino de los cielos en el país. Sobre todo, en los lugares de trabajo y de estudio. Ya que, al estar cimentados en Cristo, evitarán ser arrastrados por las corrientes de este mundo y aun de las filosofías de iglesias que se reúnen sólo para ocuparse de la carne, pero no hay amor a Dios ni temor al juicio, previo a la condenación que recibirán los que oyen la palabra, pero no la ponen en práctica.
El apóstol Pablo nos dice: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:1-2).
Los estudios se han dado a los jóvenes y se espera que, en casa con la guía del padre, se expliquen y motiven al joven sobre la importancia del entendimiento de la doctrina, para ser parte del cuerpo de Cristo, quien es la cabeza. Leamos: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6:4-7).
David nos ayuda a entender la manera en que Dios trabaja con su pueblo, leamos: “Bienaventurado el hombre a quien tú, JAH, corriges, Y en tu ley lo instruyes…” (Sal. 94:12). También Jesús nos habla, leamos: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mt. 16:24).
Si asistimos a los servicios de la semana y escudriñamos las Escrituras como familia con la presencia del Espíritu Santo, nosotros creceremos en el conocimiento de la verdad que tiene estas promesas: Seremos libres del maligno, de la carne, del amor al dinero que es la raíz de todos los males, gozaremos de paz, amando a Dios, a los hermanos y aun a los enemigos.
Necesitamos esa amistad con Dios, que se da por medio de las obras de fe y de justicia, para ser conocidos por él, leamos: “Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos” (Lc. 13:25-28).
En este tema hemos querido exponer la formación de la juventud que Dios desea, para que podamos trabajar y cultivar esa amistad y acercamiento con nuestros jóvenes. Para que, oyendo la palabra, conozcan la verdad que vive la iglesia. Ya que, en sus orígenes, Dios permitió el nacimiento de un grupo de cinco jóvenes, quienes estaban en una iglesia que tenía palabra, pero poca manifestación del Espíritu Santo. Y cinco amigos, que los unía la música, fueron probados por un tiempo, y luego Dios, dando el respaldo, les permitió salir de aquel lugar mediante un culto de despedida.
Y así, Dios se manifestó a un grupo de veinte jóvenes y dos o tres personas adultas. Y el Señor permitió el crecimiento de la iglesia, siendo necesario cambiar de local en tres oportunidades, hasta que Dios, milagrosamente, movió al dueño del lugar donde nos encontramos actualmente. Y además nos ha permitido tener un lugar propio para actividades especiales y para las reuniones generales de final de año, que es el Aprisco.
Damos gracias a Dios por la extensión del evangelio y ahora tenemos congregaciones en muchos lugares del interior del país, extendiéndonos a Tapachula, Tabasco y Puerto Madero, en México; San Pedro Sula, Honduras; y Soyapango, en El Salvador. Y también en los Estados Unidos contamos con algunas iglesias en diferentes lugares, que se reúnen para buscar la palabra y el Espíritu de Dios.
Este es un pequeño resumen para que sigamos como hermanos y como amigos, creciendo y cultivando esa amistad que se presenta en la palabra, especialmente en estos versículos: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Jn. 15:13-14). Que el Señor nos ayude a seguir adelante. Amén.
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