Amados hermanos en la fe en Cristo Jesús y la gracia divina de la firme esperanza de la eternidad con Dios. Es para nosotros los llamados a ser hijos de él, sean varones o féminas, esta reflexión; basada no en ideas extremistas ni razonamientos humanos, sino en lo que establecen las Sagradas Escrituras, respecto a nuestra “presentación, arreglo personal o apariencia física” ante el mundo y la iglesia; no sólo en lo espiritual, sino en lo material y externo.

Aunque para muchos esto no sea importante y tratan de desestimarlo, la apariencia externa revela mucho o todo lo que llevamos dentro. Tu forma de vestir, los adornos y aditamentos que usas o luces, son parte de las modas y estilos de la época. Y están profundamente ligados al sistema del mundo que obliga e impone mediante marketing, los caprichos de los famosos y poderosos; regido directamente por Satanás y sus hordas espirituales de maldad.

Leamos: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno. Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna. Hijitos, guardaos de los ídolos…” (1 Jn. 5:19-21). Veamos algunas doctrinas prácticas: 1). Hace una clara diferencia en que hay hijos de Dios, como grupo aparte, quienes han recibido un mensaje, una instrucción y una revelación espiritual acerca de la voluntad de Dios para los suyos mediante su palabra.

2). Hay un segundo grupo de personas, que son mayoría, siguiendo el mundo mediante la vanidad y la concupiscencia, regida y legislada por Satanás. 3). El enfoque en la vida mediante la idolatría. Siendo el principal ídolo, el hombre. Y para ello, toda técnica y aditamento externo para embellecer, ataviar, alhajar, adornar, mejorar, presumir, exhibir, exaltar lo humano de la forma natural que Dios nos dio. Todo esto es egolatría, amor propio y vanidad, al punto del narcisismo. Estimulando la unidad y comunión con el mundo, lo cual no marca ninguna diferencia entre los hijos de Dios y los hijos del diablo.

Respecto a todas estas vanidades para un hijo de Dios, afirmamos mediante pasajes bíblicos claros y precisos, el respaldo no a una idea humana o religiosa ni conservadora, legalista u ortodoxa, sino a la verdadera voluntad del Padre. Leamos: “Y no haréis rasguños en vuestro cuerpo por un muerto, ni imprimiréis en vosotros señal alguna (tatuajes, pactos por eventos pasados). Yo Jehová” (Lv. 19:28). Si nos tatuamos, es porque idolatramos algo o a alguien. De aquí, que más que el tatuaje es la intención o motivación para ello.

Dice, además: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Ti. 2:9-10). “…considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios…” (1 P. 3:2-5).

“Hay oro y abundancia de joyas, pero cosa más preciosa son los labios con conocimiento” (Pr. 20:15 LBLA). Veamos cómo Dios reconoce el efecto perjudicial respecto a la vanidad en el uso de aditamentos externos, leamos: “Asimismo dice Jehová: Por cuanto las hijas de Sion se ensoberbecen, y andan con cuello erguido y con ojos desvergonzados; cuando andan van danzando, y haciendo son con los pies; por tanto, el Señor raerá la cabeza de las hijas de Sion, y Jehová descubrirá sus vergüenzas. Aquel día quitará el Señor el atavío del calzado, las redecillas, las lunetas, los collares, los pendientes y los brazaletes, las cofias, los atavíos de las piernas, los partidores del pelo, los pomitos de olor y los zarcillos, los anillos, y los joyeles de las narices…” (Is. 3:16-21).

Respecto a la vestimenta: “No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace” (Dt. 22:5). Las joyas y adornos externos dentro del mundo, denotan signos de protección, jerarquía, seguridad, riqueza y poder sobre los que no las poseen, y elevación extrema de la autoestima y estatus social. Los judíos, después de salir del monte Sinaí, no usaron más joyas ni ropas lujosas para atravesar el desierto, guiados por Dios. Así nosotros pasamos por este mundo, ajenos a todo lo que Dios aborrece y es pagano.

Y respecto al varón, dice la palabra: “Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos” (1 Co. 16:13). Esto abarca no sólo de aguantar la adversidad, sino comportarse como un hombre completo como Cristo, con coraje, resuelto, honorable, valiente y definido, aun en su vestimenta; no como afeminado ni amanerado. Leamos: “La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello” (1 Co. 11:14-15). Además: “Y no se raparán su cabeza, ni dejarán crecer su cabello, sino que lo recortarán solamente” (Ez. 44:20). Hasta dentro de la sociedad secular los psicólogos interpretan el cabello largo en los varones como un acto de resistencia y rechazo a las normas impuestas (movimientos contraculturales como el movimiento “hippie” en los años sesenta), cuánto más nuestro soberano Dios.

Amados hermanos, podemos decir mucho más. Sin embargo, cada uno de nosotros, los redimidos, debemos atender al mensaje de nuestro Padre con responsabilidad, para honrarlo y amarlo en obediencia. Tal vez hay cosas que podrían justificase o minimizarse, pero hay muchas cosas que, a causa de la conciencia de otros, debemos de abstenernos sin ley, en nuestra propia libertad, para no hacer pecar a otros. Señor, ayúdanos en nuestra debilidad y perdona nuestras flaquezas. Así sea. Amén y Amén.