Dios proveyó al hombre de un órgano, maravilloso y sumamente complejo, llamado cerebro. Del latín “cerebrum” -lo que está en lo alto, a la cabeza-. Y con un peso aproximado de 1500 grs., desarrolla con sus más de ochenta mil millones de neuronas (células nerviosas) e innumerables reacciones bioquímicas y eléctricas, miles de funciones armónicas y simultáneas. Entre ellas predominan: el autocontrol, la planificación, el razonamiento y el pensamiento abstracto, que incluye la memoria, lo cognitivo y la consciencia. Habiendo además, muchas áreas y funciones aún desconocidas e inactivas. ¡Impresionante y gloriosa obra perfecta de la ingeniería divina!

Este perfecto órgano, Dios quiso llenarlo de su plenitud y elevarlo a un conocimiento dentro de una inteligencia perfecta, bien orientada y con instinto de eternidad. Sin embargo, el hombre mediante el engaño del maligno, desechó los valores y procedimientos divinos. Y bajo una nueva administración satánica, crea nuevos programas estructurales y de pensamiento, bajo el régimen del pecado y del placer, el cual es retroalimentado de pasiones en una concupiscencia progresiva.

¡Muy lamentable! Pero en toda una plataforma de materialismo y vanidad, el hombre perdió toda capacidad de discernimiento del bien y del mal. Y empezó a engullir toda especie de argumentos intelectuales y de placer como motivación, a precio de la degeneración y depravación extrema. Y con ello, la pérdida de toda visión espiritual y de eternidad.

Si visualizamos a este ser, llamado hombre, en una nueva proyección de vida, convertido en una verdadera bestia compulsiva e insaciable de placer, Satanás inicia la más próspera industria de satisfactores. Y mediante la estimulación a la concupiscencia, presenta nuevas, continuas y rectificadas ideas torcidas. Y con esto, terminar de sustituir cualquier rescoldo de la sublimidad, respeto y amor a su creador original.

Es aquí en donde Satanás, el adversario, mediante la ciencia y la tecnología, inicia su imparable carrera en depositar: “basura y más basura” en ese maravilloso órgano llamado cerebro. Y éste, es sutilmente utilizado como un verdadero centro de acopio de maldad, pecado y error, cual inmundas fosas sépticas. Esta maquiavélica idea pretende realizar una labor sistemática, mediante la sustitución de valores, tanto los morales como los espirituales, por aquellos materiales y existencialistas, los cuales exaltan el yo, mediante la vanidad y el materialismo.

El cerebro entonces, mediante el concurso y aporte persistente de ideas, conceptos, experiencias y estímulos sensitivos, los cuales se elevan cada vez más, aun en las esferas virtuales y del subconsciente, serán los canales de adquisición de: “basura y más basura”, leamos: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido (…) Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos…” (Ro. 1:21-24).

¿Cómo y por dónde entra la basura?

Categóricamente, la basura ingresa voluptuosamente por toda la maquinaria sensitiva que implica: ver, oír, palpar, oler y gustar. Además,  secundariamente, mediante el estímulo a las emociones, hasta pasiones y obsesiones compulsivas, que se constituyen de continuo en una forma de vida.

En este “paquete pasionario”, juega un papel preponderante la comunicación, la cual el hombre perdió con Dios, iniciando una carrera evolutiva de comunicación satánica. Aquí el maligno ha ido progresando al presentar complejas fórmulas, que puedan abarcar la mayoría de sentidos en un mismo acto o presentación. Así, combina atractivamente olores, sabores, estímulos visuales, auditivos y táctiles. Desde siempre esta estrategia de captura de los sentidos es evidente. Pero con el correr del tiempo, esto ha avanzado vertiginosamente.

Ya no son sólo pequeños estímulos, de una simple comida o perfume o mujercilla adornada. Hoy, hay detrás de esto trabajando en conjunto: psicólogos, sociólogos, antropólogos, ingenieros en luminotecnia, sonido, efectos especiales, cibernética, expertos en lenguaje y comunicación, publicistas, actores, creadores de fantasías, etc. Para que Satanás ingrese conjuntamente por todos los canales posibles, hasta el subconsciente o alma misma, el gen de la perversión: “basura y más basura”.

Siempre ha habido estímulos al pecado y a la carne. Pero hoy estamos viviendo los días postreros; verdaderamente los tiempos finales. Y el maligno creó el arma estratégica más perversa y penetrante, nunca antes experimentada. Y quiere invadir hasta los huesos, tuétanos, músculos y las células mismas, la putrefacta: “basura y más basura”. Que rebalsa, saturando las neuronas de aquel “órgano víctima” llamado cerebro. Contaminando nuestro santuario mismo, convirtiéndolo en “basurero del diablo”.

Esta perfecta arma satánica, está plena y efectivamente activa, entrelazando lo subliminal y directamente, en forma de “las redes sociales”. Estas, actualmente son el canal más amplio y directo para trasladar: “basura y más basura”, desde las fuentes hasta nuestro cerebro, contaminando nuestro ser integral. ¡Ah, perversidad satánica! Este medio no respeta estratos generacionales ni de ninguna índole, arrasando a toda la humanidad.

Allí, profesional y sistemáticamente, todos los seres humanos recibimos: noticias, deportes, cultura, religión, ciencia, que tal vez tenga “algo de beneficio” para el diario vivir. Pero entrelazados, vienen además: pornografía, zoofilia, bestialismo, homosexualismo, libertad de género, satanismo, crimen, vanidades, avaricia, insolencia, rebeldía, etc. Todo esto disfrazado de excelente presentación, mediante paisajes maravillosos, efectos especiales, hazañas extraordinarias, personajes insólitos, sorprendentes logros científicos, belleza natural e ilusionismo virtual, etc.

Ya nuestro cerebro saturado de “basura y más basura”, queda sin espacio para Dios y la piedad. Y surge el hombre de pecado, mediante el misterio de la iniquidad, leamos: “…no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Ts. 2:3-4).

Amado hermano y amigo, ya no hay nada más que esperar. ¡El tiempo es ahora! Esto no va a cambiar. Cortemos todo nexo posible que nos induzca a  acarrear más basura. Llenemos nuestro cerebro de la plenitud del conocimiento de Dios. No perdamos más el tiempo en banalidades destructivas al alma. Y con la ayuda de Dios y la asistencia desde dentro del Espíritu Santo, despojémonos de toda basura y contaminación de pecado, y avancemos hacia la victoria final con Cristo. Así sea. Amén y Amén.