El evangelio llegó a Guatemala en la década de 1870. Cuando los misioneros protestantes vinieron como respuesta directa a la Reforma Liberal de Justo Rufino Barrios, quien emitió en ese tiempo el decreto de libertad de culto. Esto dio paso a las primeras iglesias presbiterianas, metodistas, pentecostales y centroamericanas. Extendiéndose el evangelio a los cuatro puntos cardinales del país, en donde se formaron diferentes congregaciones. Y según estadísticas actuales, se estima que más de un cuarenta y cinco por ciento de personas en el país, pertenece a la religión evangélica.

Teniendo este contexto, surge la reflexión para nosotros acerca de las palabras de nuestro Señor Jesucristo, quien conocía los tiempos de la humanidad, cuando dijo: “Porque muchos son llamados y pocos escogidos” (Mt. 22:14). Muchos son llamados a una religión y se conforman con ser parte de la organización humana únicamente. Pero son pocos los que entienden que se debe seguir la paz, mantener la fe y permanecer en el amor de Dios.

Como resultado de entender el hecho de ser escogido por Dios, surge la negación al mundo y a los deseos engañosos de la carne. Y buscamos el nuevo nacimiento y recibir la llenura del Espíritu Santo de Dios. Junto con esto, tenemos el trabajo de escudriñar las Escrituras, comenzando en casa, para que nuestros hijos, nietos y familia, busquen el camino para la nueva vida, en donde el Señor nos llama a servir.

Hemos llegado a los tiempos finales, anunciados y advertidos en la palabra, leamos: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Dn. 12:4).  La ciencia es la condición mundial, como alternativa para la capacitación social, económica o biológica. Como ejemplo tenemos el recurso para la producción de alimentos, que ha mejorado el rendimiento de las plantas o animales, con la adición de químicos que anulan el desarrollo normal. Como sucedió con la producción de algodón. Pero el químico anuló la restauración natural del suelo.

Así como la ciencia genera efectivos destructivos en la naturaleza, el enemigo trabaja para afectar las convicciones de los hijos de Dios. Pero la palabra dice: “Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia, Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia” (Pr. 2:1-6).

Gracias a Dios por la palabra que escuchamos en cada una de las actividades que se dan en la iglesia, tomando en cuenta la exhortación que Dios le hace a su pueblo Israel, diciendo: “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?” (Dt. 10:12-13).

Podremos servir a Dios, como un efecto de nuestro amor a él. Para ello necesitamos sabiduría para dirigir nuestra vida en favor del reino y de lo eterno. Salomón pidió a Dios sabiduría, siendo muy joven. ¿Has pedido tú algo similar? Leamos: “Porque escudo es la ciencia, y escudo es el dinero; mas la sabiduría excede, en que da vida a sus poseedores” (Ec. 7:12). Y también dice: “Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos…” (Ec. 1:17).

Recordemos al joven Timoteo, quien fue guiado e instruido por su madre y su abuela, preparándolo para servir. Y llegó a ser un siervo de Dios, tomándolo el apóstol Pablo como colaborador en la obra, siendo de mucha ayuda en los viajes; y cuando Pablo tuvo problemas en su vista, Timoteo le ayudó a escribir algunas cartas. Finalmente, Timoteo ejerció como pastor en una iglesia importante. Leamos el encargo final de Pablo a este joven: “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe” (1 Ti. 6:20.21).

El árbol del conocimiento del bien y del mal, representa a la ciencia que atrae el intelecto del hombre para engañarlo y privarlo de su libertad. Pero el Señor anhela para nosotros algo mejor. Por eso leemos: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Jn. 15:14). Si perdemos nuestra amistad con Dios, seremos orientados por personas que no conocen el amor y la sabiduría de Dios; y corremos el peligro de ser arrastrados por los compañeros de estudio o trabajo, quienes tienen pensamientos diferentes.

Que Dios nos ayude a escoger la mejor parte, que es amar a Dios y a nuestros hermanos, sirviéndoles con ánimo. Siendo instruidos y corregidos para la formación y preparación de nuestra alma. Que Dios les bendiga. Amén.