Dios hizo todo perfecto y en su lugar, bajo principios eternos que nunca fallarían. Sin embargo, a cada principio divino, el maligno le colocó un grado de maldad y degeneración. Pervirtiendo todo aquello que fue creado en beneficio de muchos para que, egoístamente, sólo algunos pudieran enseñorearse y beneficiarse sobre otros.

Así fue como Dios actuó: fueron repartidos recursos, elementos y, además, dones entre los hombres; para que cada uno fuésemos de ayuda y complemento de un todo. Y en esta unidad de capacidades, como don divino, la humanidad como un solo cuerpo sea edificada y beneficiada mutuamente. No como una gloria individual o personal, sino que al final, todos juntos podamos reconocer la grandeza de un Dios soberano, absoluto y todopoderoso. Y así, todo fue planificado perfecto en un todo, para todos.

La perversa idea satánica es: que, mediante el énfasis de la individualidad y el absolutismo del ser humano, consiga ser grande y poderoso. Esto lo manifestó al decirle: “Tú puedes ser como Dios…” paráfrasis de Génesis 3:5. Queda en el hombre la disposición personal de ser él y sólo él, todo el centro de “su universo”. Iniciando una carrera de aprovechamiento de sus congéneres a cualquier precio: desde y mediante la diplomacia, astucia, intriga y hasta la fuerza bruta. Somete y saca todo tipo de beneficio, enseñoreándose de pequeños y grandes individuos y grupos, sirviéndose de ellos, sin importar absolutamente nada.

No hay escrúpulos ni consideraciones, al extremo de aquellos sistemas feudales que, mediante la antigua esclavitud de hombres, vivieron como reyes. Ahora también en la actualidad en otro sistema, los hombres siguen siendo esclavos de hombres entregando su vida por dinero. Para luego, bajo el consumismo inducido por el marketing, vuelven a gastar sus ganancias, que van de nuevo a los bolsillos de los poderosos.

El planteamiento satánico ha estado vigente desde los orígenes de la creación y morirá únicamente al final de esta generación. En donde el don divino, mediante la revelación de Jesucristo, podrá hacer libres a todos aquellos que abrazan por la fe, el plan maravilloso de Dios externado por siempre, que es el entendimiento del sentir y vivir del mismo Jesús, quien traslada la voluntad del Padre, que es precisamente el: “servir y servir”.

Esto no es filosofía ni palabras, sino una dedicación personalizada de esfuerzo en amor, en favor de alguien, quien sin merecer ni podernos pagar, le dedicamos tiempo y esfuerzo, traducido en horas de vida. Preocupándonos de su bienestar integral mediante hechos concretos. Renunciando a nuestro derecho y al yo, para entregarnos como Cristo lo hizo en la cruz del calvario. Leamos: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8).

Además: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres…” (Fil. 2:5-7). Entonces, todos los hombres que nacemos sobre este mundo, bajo el régimen del maligno, deseamos aprender y crecer cada vez más, para ser más grandes que otro.   Para tener más privilegios y bienes que otro. Para que me sirvan. Para ser alguien en este mundo, etc.

Y para ello, necesito aprovechar todo recurso en cuanto al conocimiento y la ciencia, sin importar nadie más que yo y tal vez, mi círculo más cercano de parientes y amigos. En una oportunidad, algunos estudiantes de final de carrera media, exponían sus proyectos profesionales; y uno de los énfasis más tristes y dolorosos, es oír de sus labios: “quiero ser un buen profesional, para ganar mucho dinero”.

Esta respuesta me hizo reflexionar qué tan importante es que cada uno de nosotros, los que hemos entendido los más caros valores espirituales, podamos influir en las nuevas generaciones. Ya que no hay privilegio más grande sobre este mundo ni oportunidad más trascendental en este tiempo de vida, que poder entregar un servicio al prójimo, ver un rostro feliz y agradecido, una sonrisa de satisfacción de algún necesitado, un alma libre y gratificada por recibir la verdad y el amor.

Sembremos la semilla de esperanza ante el abatido, afligido, enfermo y decepcionado. Este es el verdadero evangelio: asistir a las viudas y huérfanos. Y esto es lo que nos habla la profecía acerca del Señor Jesucristo: “…me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel…” (Is. 61:1).

Amado hermano: ¿Para qué te preparas y creces en la vida? ¿Qué estás promoviendo en el corazón y alma de tus hijos y discípulos? ¿Les estás mostrando el gran valor de poder servir, más que el del servirte de otros? ¿Hemos entendido verdaderamente el mensaje de Cristo? Padre y madre de familia: ¿Estamos siendo ejemplo de servicio ante nuestros hijos? Porque: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn. 15-13).

Además, en aquel día: “…respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt. 25:40). Y yo te digo en esta hora: sólo hazlo, “sirve sin cesar” y serás feliz hoy y eternamente y para siempre, en unidad con nuestro Dios. Así sea. Amén y Amén.