Si hemos entendido que hay vida abundante en Cristo Jesús, después de la muerte, considero muy importante echar un pequeño vistazo espiritual y fundamentado, obviamente en la palabra de Dios, en “las cosas” que pertenecen a esa vida real que hay después de la muerte. Debemos alimentar la fe de nuestra esperanza sobre esos valores y promesas hechas por nuestro Salvador Jesús. Que aunque suenen inadmisibles e  imposibles para el criterio y conocimiento científico humano, para nosotros los creyentes son afirmaciones que encierran la base y motivación de nuestra esperanza.

Así lo dice el Apóstol Pablo: “Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Ro. 8:24-25). Observe que hemos sido salvos. En primer lugar, poniendo como base fundamental la sangre de Cristo. Y en segundo lugar, aspirando con esperanza a ser participantes de sus promesas. Pero obviamente son promesas, las cuales no las vemos ni tocamos  físicamente. Pero las aguardamos por fe y con paciencia, sabiendo que el que lo prometió es fiel y verdadero (Hebreos 10:23).

Leamos: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (He. 11:1). Este, es uno de los grandes muros o montañas que el creyente fiel tiene que superar. Y es que debemos darle un valor real y verdadero a las promesas de Dios que esperamos recibir después que  hayamos partido a la eternidad. Es una esperanza que no está sobre la lógica humana y se sustenta en la pureza de la fe semejante a la de un niño. Estamos rodeados de la fuerte influencia del materialismo, maximizado por la poderosa tecnología digital, amparada en la ciencia que trata de ridiculizar nuestra fe.

Esta ciencia que está apadrinada por enormes científicos ateos, que niegan la existencia de Dios, tales como: Stephen Hawkins, Richard Dawkins, Steven Weinberg, Daniel Dennett, Lawrence Krauss, etc. Estos dos últimos, son promotores de la Alianza Atea Internacional, la cual es una federación mundial de organizaciones, que promueven propaganda atea a nivel mundial. Ante toda esta influencia, hagamos nuestras las palabras de Dios, leamos: “…no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Co. 4:18). Y nos preguntamos: ¿Cuáles cosas?

Cosas reales que no se ven: 

1- Vida eterna: Todo ser humano sabe que la muerte lo acecha y que en cualquier momento vendrá sobre él y allí terminará su existencia física. Pero el Señor Jesús dijo: “…Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Jn. 11:25-26). Jesús, la primicia de esta promesa, lo hizo con el poder de su Padre. Murió, pero resucitó. Y vive y está sentado a la diestra de Dios. Científicamente esto es inaudito e imposible. Pero lo que es imposible para los hombres, es posible para nuestro buen Dios.

2- Reino celestial: Estamos hablando de un orden político, social, económico, espiritual, material, etc., totalmente diferente al que conocemos y estamos habituados a él. Leamos: “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo (templo) de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Ap. 21:3). Sólo el hecho de pensar que el mismísimo Dios Todopoderoso estará con nosotros, es majestuoso, glorioso, impresionante, preciosísimo; y no sé qué más decir ante semejante gloria. ¡Sí! El eterno Dios, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver, estará con nosotros. ¡Aleluya!

3- Cuerpo inmortal: La misma palabra de Dios, y la experiencia observada, nos confirma que somos del polvo. Y sin ninguna duda, todos los elementos que conforman nuestra naturaleza humana, regresarán al lugar de donde fueron tomadas, al polvo. Pero la promesa de Dios dice así: “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria” (1 Co. 15:53-54). Aleluya.

Sí, mi amado hermano, así como lo estamos leyendo, tendremos cuerpos inmortales. Esto suena a ciencia ficción, pero no lo es. Es una poderosa promesa de Dios para su iglesia.

4- No habrá muerte, ni llanto ni clamor ni dolor: Pensar en una circunstancia de vida así, suena a una fantasía. La existencia del ser humano, cualquiera que sea su condición económica, intelectual o social, entiéndase rico, pobre, sabio, indocto, noble o plebeyo, etc., está rodeada de estas cuatro situaciones que le acompañan durante toda su existencia. Y que por cierto, son producto del pecado que está ligado a la existencia de todo mortal.

Pero en la eternidad con Cristo, estos males ya no agobiarán la vida del cristiano, leamos: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y me dijo: Hecho está…” (Ap. 21:4-6). Mis queridos hermanos, hay muchas más promesas y te invito a que las hagas tuyas por medio de la fe en Cristo Jesús. Amén y Amén.