“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día (el rapto) se acerca” (He. 10:23-25).

Estoy convencido que la señal del fin, profetizada por el Señor Jesús, con respecto a la fe, está teniendo un perfecto cumplimiento en la actualidad. Él dijo: “…Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc. 18:8). La fe escasea y los creyentes fieles desaparecen y son considerados como fanáticos e ignorantes. Y cada día es más difícil sostener en victoria la fe no fingida. Las iglesias tendrán mucho emocionalismo, pero poca o casi ninguna fe.

Para muchos les parecerá exagerada mi afirmación. Pero no, las iglesias se multiplican y consideran que estamos en pleno avivamiento. Si así fuera, ¿dónde está la santidad que produce la verdadera fe? En lugar de santidad vemos mundanalismo dentro de las iglesias llamadas cristianas. ¿Dónde están esos creyentes que marcan la diferencia en el entorno que les rodea? Más bien vemos la invasión de las costumbres impías y mundanas dentro de las congregaciones. Incluso celebrando las mismas fiestas anuales con origen pagano que todo mundo celebra.

Me pregunto: ¿Dónde está la diferencia? Así dice Dios en su palabra: “…Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Co. 6:17-18). Traigo a colación esto, para enfatizar la importancia que encierra el avivar la fe en nuestra comunidad cristiana y en todo aquel que simpatiza con la verdad de Jesús.

Habrá muchas formas de procurar el avivamiento de la fe. Pero quiero continuar con la descripción de las promesas: «Apreciando las cosas que no se ven», que Cristo hizo a sus discípulos. Para reafirmar y estimular la esperanza que no avergüenza, sino que nos impulsa a una vida fructífera y dinámica:

5- Morada celestial: Dijo el Señor Jesús: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Jn. 14:2-3). La palabra morada, se traduce del griego como un estarse o quedarse, pero con la cualidad de permanecer. Cristo no está ofreciendo un “tour celestial” al creyente, sino un lugar de habitación eterno, en donde compartirá su morada con los creyentes fieles.

Esta palabra tampoco denota compartimentos separados, sino un lugar común para todos los fieles. Es un error querer asociar el significado de la morada celestial, con la morada terrestre. Así dice el Señor: “Y no vi en ella templo; porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella…” (Ap. 21:22-24). Mi querido hermano, ojalá te esfuerces en permanecer fiel hasta el final para que seas partícipe de tan grande gloria.

6- Cristo pastorea a sus ovejas: Leamos: “Ya no tendrán hambre  ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Ap. 7:16-17). Aquel día glorioso se cumplirá literal y presencialmente ese precioso Salmo 23: “Jehová es mi pastor, nada me faltará…”

          Oh, mi amado hermano, el tiempo de soledad y tristezas habrá pasado al recuerdo. Los tiempos de angustias, serán lejanos recuerdos que sólo servirán para exaltar la misericordia de Dios vivida, mientras peregrinamos sobre la tierra. Imagínate, mi querido hermano, Cristo mismo nos pastoreará. Suena tan precioso y glorioso, que nos invita a añorar con profunda esperanza el estar ya en ese momento futuro, disfrutando de semejante deleite espiritual. Y no estaremos solos, allí estará Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Samuel, David, Isaías, Daniel, Pedro, Juan, Pablo y todos los fieles. Amén.

7- Cielo nuevo y tierra nueva: Leamos: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido” (Ap. 21:1-2). Sí, mi amado hermano, este sistema solar cósmico y astral que conocemos hoy, dejará de ser. ¿Suena descabellado? Pues quiero que sepas que lo que es imposible para nosotros los humanos -criaturas de Dios, lo acepten o no los científicos- para Dios no lo es.

Estamos hablando de un orden totalmente diferente al que conocemos. Cielo nuevo, tierra nueva, no hay mar, no hay sol, no hay luna, etc. Todo es diferente. El centro de gobierno estará en la nueva Jerusalén, que desciende del cielo, de Dios. En fin, por muy hábil que sea para escribir el escritor del Apocalipsis, qué difícil fue poder describir con palabras comprensibles las preciosísimas cosas que contemplaba.

Son demasiado maravillosas para encontrar las palabras apropiadas. Pero tú estás invitado a participar de ellas. ¿Estás preparado para recibirlas? Yo te animo, mi amado hermano, a que te esfuerces con el poder del Santo Espíritu a llegar al final. Amén y amén.