En el principio, Dios estableció en el huerto de Edén a Adán y Eva como corona de la creación sobre toda la tierra y los animales. Además de los animales y las plantas, puso el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal, el cual estaba restringido para ellos. Eva comenzó a ver y a codiciar el árbol prohibido, lo cual dio lugar para que el enemigo, astutamente, le hiciera caer en el engaño de creer que podrían llegar a ser como Dios. Luego de desobedecer, se cumplió la sentencia establecida, recibiendo el castigo Eva, la serpiente y Adán, quienes fueron echados del huerto.

La enseñanza o el estudio de las Escrituras en el hogar, con la familia, se debe hacer comenzando con los niños, antes de enviarlos a las escuelas donde no conocen a Dios, ya que se han perdido esos valores y principios de bien. Leamos: “Hazme saber, Jehová, mi fin, Y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuán frágil soy. He aquí, diste a mis días término corto, Y mi edad es como nada delante de ti; Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. Ciertamente como una sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá” (Sal. 39:4-6).

Como un ejemplo de esto, un estudiante dejó a su familia, su comunidad y su iglesia. Se mantuvo los cinco años de estudio sin visitar a su familia. Los dos primeros años mantenía la Biblia en el dormitorio, trabajo y estudio, con buenas notas. Pero después de ese tiempo, la Biblia desapareció. Y sus últimos años, tuvo amores con el dinero. No tenía esposa, pero sí, dos hijos. Por la importancia de los estudios, pasó a la universidad para estudiar veterinaria. Terminó su carrera e inexplicablemente, un percance con el tractor que conducía puso fin a su carrera que requirió diez años.

Hay otros casos que nos muestran que el amor al dinero y a las glorias vanas, son ese engaño del maligno para separarnos de Dios, cumpliéndose la palabra del Señor que nos dice: “…y el mucho estudio es fatiga de la carne. El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Ec. 12:12-14).

Pensando en el caso del joven Timoteo, su madre y su abuela, viene a mi mente lo que vivimos el 24 y 25 en el Aprisco. El proyecto surgió de la evaluación que se hizo a los pastores y colaboradores, en donde en base a la palabra se analizaron y surgieron los temas: “¿Entiendes a Dios?”, “Manifestación actual del hombre de pecado”, “Fortaleciendo el hombre interior” y “¿Mi vida revela la doctrina de Cristo?”.

Es conveniente que cada pastor y los colaboradores, realicen un análisis con su congregación sobre los temas; y procuren aclarar los temas tratados para continuar en la edificación del cuerpo de Cristo. Entendiendo que la palabra que tenemos se está cumpliendo y el fin está cerca. Es muy importante reconocer que la extensión de ese evangelio sin cruz está creciendo. Debe ser prioridad dar a conocer la importancia que tiene la enseñanza sobre la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida.

El apóstol Pablo le recomendó a Timoteo: “…guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe…”  (1 Ti. 6:20-21). El aumento de la ciencia es una señal del tiempo del fin, así como la búsqueda de los deleites más que de Dios, leamos: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca…” (Mt. 24:37-38).

La importancia de las Escrituras en el hogar

Para transmitir el verdadero amor y enseñar en el hogar, debemos ir a las sendas antiguas y escudriñar la palabra, la cual nos muestra el camino a la vida eterna. Por ello, se nos aconseja: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Ti. 3:14-15).

         ¿Cómo estamos enseñando en casa? Preparemos a los niños y jóvenes con la instrucción necesaria de Dios, ya que ellos se enfrentarán a los problemas en este mundo, teniendo que dar razón de sus convicciones y con la capacidad de resistir y no ser dominados. El uso del internet es un ejemplo, ya que de no controlarse, puede perder y destruir terriblemente a la familia. Salomón nos dice: “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6).

         El Señor Jesucristo dijo: “…Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mt. 11:25). Los niños son el prójimo en su hogar. Señor, queremos amarte y servirte, enseñando a los demás. Que Dios les bendiga. Amén.