“Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Jn. 6:68-69). En el correr normal de la vida de un creyente, en donde Dios está formando el hombre interior a través de la aplicación y vivencia del evangelio del Señor Jesús, nos toparemos con muchísimas circunstancias, por cierto, muy diversas. Y en muchas de ellas, dependiendo de la magnitud del problema, nos preguntamos: ¿a quién llamo?, ¿quién me puede ayudar a resolver esta situación?, ¿y ahora qué hago?, ¿sigo adelante o mejor ya no?, ¿será que podré llegar hasta el final?

Y dependiendo de tu fe y tu relación espiritual con Dios, quizás te preguntes: ¿será que Dios me oye?, ¿será que Dios me ayudará?, ¿será que soy hijo de Dios?, etc. Mi querido hermano, absolutamente todos pasamos por estos momentos de aflicción e incertidumbre. Ante estas situaciones, puede que algunos desistan del camino ante la incapacidad de enfrentarse a ellas. Y otros pueden sentirse motivados para alejarse del camino, como lo hizo aquel amigo o hermano conocido.

El verso citado anteriormente, describe una situación como esta. Muchos discípulos que seguían al Señor Jesús, cuando terminaron de escuchar el mensaje que les había dado, se decepcionaron y se frustraron. Porque consideraron que no podían cumplir la demanda de su doctrina y dijeron: “Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?”. En otras palabras: ¿quién la puede obedecer, quién puede vivir este evangelio? Lo consideraban muy difícil  y comprometedor para practicarlo. Y dice la palabra que: “Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (V. 66).

El Señor Jesús, viendo que sus doce discípulos murmuraban, y discerniendo la preocupación que en algunos de ellos se manifestaba y conociendo por medio de su presciencia quiénes de sus discípulos creían y quiénes no, los desafió con esta pregunta: “… ¿Queréis acaso iros también vosotros?” (V. 67). Esta escena, descrita en este pasaje bíblico, quizás describa la experiencia que tú estás viviendo en este momento.

Es importante que comprendamos que la seriedad y el compromiso del evangelio de Cristo no se han reducido ni han menguado. Cristo y su doctrina seguirán siendo los mismos eternamente; y seguirán siendo antagónicos a los principios y costumbres del mundo. Para los hombres no creyentes y otros casi creyentes, acostumbrados y habituados a ellos, les parece imposible vivir la fe como lo enseña Jesucristo.

Oh, mi amado hermano, de los doce discípulos, uno se adelantó a todos. Y fue Pedro quien responde con firmeza y convicción plena: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” Me pregunto: ¿quién no ha pasado momentos de zozobra, de angustia, de incertidumbre, de debilidad y de desaliento? Sin duda alguna, estoy seguro que todos hemos pasado por esos momentos negativos y dolorosos. Y ponemos en la balanza, el seguir luchando por santificar nuestras vidas o “tirar la toalla”, como dice el dicho popular.

¿Cuántas veces hemos llorado, al sentirnos derrotados ante una tentación? Y sentimos el dedo acusador del verdugo y enemigo de nuestra alma, Satanás, acusándonos de día y de noche. Tus fuerzas, sientes que se están agotando, y te sientes cansado y fatigado. Y quizás has caído o estás por caer, pero recuerda las palabras del Señor que dicen: “Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen…” (Is. 40:30).

Eso quiere decir que Dios conoce tu débil humanidad. El mismo Señor Jesús la sintió en sí mismo, sólo que no cayó, porque: “…los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (V. 31). Sí, así es este camino, nosotros no lo podemos cambiar. No es invento del hombre, es el plan perfecto de Dios para salvación del hombre. Y aunque te parezca duro, no hay otro.

Aunque el diablo te ofrezca alternativas, la verdad es que no existen otras, la misma palabra de Dios lo dice: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre…” (1 Ti. 2:5). Él es el único camino y no hay otro. Mi querido hermano en Cristo, no desmayes ante la batalla que tienes enfrente de ti. Jesús estuvo allí y te comprende e intercede por nosotros.

Pedro, dando testimonio de su fe, le afirma al Señor Jesús delante de sus condiscípulos, el valor eterno del evangelio que él anunciaba, considerándolo único y perfecto al decir: “Tú tienes palabras de vida eterna”. Y añade Pedro: “Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente(Jn. 6:69).

Hermano, no busques opciones fuera de Cristo. Mejor di lo que Pedro afirmó con todo su corazón: “¿A quién iremos?”. Y la respuesta es: “A Cristo”, él es tu ayudador, él es tu refugio, él es tu esperanza de vida. “No temas, porque [él está] contigo; no desmayes porque [él es] tu Dios que te [esfuerza]; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia (…) Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo” (Is. 41:10 y 13).

Que el Dios de toda gloria derrame de su Santo Espíritu sobre ti, mi querido lector. Y te sostenga poderosamente guardando tu depósito sin caída. No hay otra alternativa, sólo hay una y es: Jesús. Que Dios te bendiga. Amén.