“No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Jn. 5:28-29). Hay verdades que estructuran poderosamente la esperanza del cristiano convencido y convertido del mal al bien. Y esta es una de ellas, la dijo textualmente el mismo Señor Jesucristo a sus discípulos.
La intriga de si hay vida después de la muerte, ha acompañado al hombre desde el principio de la humanidad pecadora. Y digo pecadora, porque antes del pecado no existía en el hombre recién creado, la muerte. Pero el Señor Jesús disipa esa duda al afirmar contundentemente, que los muertos que están encerrados en los sepulcros y aun aquellos que en su suerte ni siquiera fueron enterrados, sino sencillamente no encontraron sus cuerpos por diferentes circunstancias (léase Apocalipsis 20:13), oirán su poderosa voz de mando. Llamándolos a que se levanten de sus sepulturas. Y en donde quiera que estén ¡se levantarán! ¡Aleluya!
El mismo Señor Jesús les dice a sus discípulos que no se maravillen. Pero ¿cómo no se iban a impresionar al oír semejante afirmación? Es de comprender el por qué, muchísimos se maravillaban al escuchar el mensaje del evangelio de Jesucristo. Nadie, antes de él, había hecho semejantes afirmaciones con tanta autoridad y convicción como lo hacía él. Esta promesa Dios se la hizo a Israel, muchos siglos antes, por medio del profeta Isaías, leamos: “Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos” (Is. 26:19).
En el Señor Jesús se cumpliría literalmente esta profecía, cuando él afirma: “…Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Jn. 11:25). El Señor Jesús los desafía haciéndoles la pregunta: “¿Crees esto?”. Debían creer que él era aquel rocío que daría vida a los muertos. Han corrido siglos de siglos y esa promesa bendita de la resurrección, sigue resonando en el ámbito espiritual de la vida terrenal. De que habrá resurrección ¡habrá! creas o no creas.
La resurrección es la base fundamental del evangelio de Jesucristo. Sin ella sería vana y absurda nuestra fe. Pero era necesario que Jesús muriera y se constituyera en las primicias de la resurrección. Porque ese milagro representa el fin del imperio de la muerte sobre la humanidad y el triunfo de la vida sobre la muerte. El Señor Jesús afirma esta verdad tremenda, al decir: “Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida” (Jn. 5:21).
Mi amado hermano, el día se acerca y se cumplirá esta palabra del Señor Jesús. Pero observa que él dice: “los que hicieron lo bueno, resucitaran a vida eterna; pero los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”. Dice la palabra de Dios, de los primeros «los que hicieron lo bueno»: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1Ts. 4:16).
Ese glorioso día conoceremos personalmente a nuestro Salvador Jesús, porque ÉL MISMO, con voz de autoridad de Dios, con la autoridad del cumplimiento profético en él, y con el anuncio de la reunión con su pueblo fiel, tanto los que resucitarán como los que viven en ese momento, serán transformados, en un abrir y cerrar de ojos. Y esto mortal será absorbido por la inmortalidad; la muerte será derrotada por la vida eterna.
Así lo afirma la palabra, leamos: “…seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (V. 17). Te invito mi amado hermano, para que te esfuerces en santificar tu vida para ser digno de participar de esta primera resurrección. Seremos dichosos y bienaventurados, un día sin igual.
Pero habrá otra resurrección y el Señor se dirige a los que hicieron lo malo, y contra estos dice el Señor: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad…” (Ro. 1:18). “…conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina…” (1 Ti. 1:9-10).
El final de los que participen de esta resurrección de condenación será también eterno, terrible; se le llama la muerte segunda. Significa condenación y sufrimiento eterno, por siempre y para siempre. Dice la palabra de Dios así: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras (…) Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda” (Ap. 20:12 y 14).
Mi apreciado lector: ¿Crees en Jesús y le crees a su evangelio? Entonces prepárate para tu encuentro con tu Señor. EL QUE LEA ENTIENDA LO QUE EL ESPÍRITU DICE A SU IGLESIA. Dios te bendiga y te guarde, y haga resplandecer en ti la luz de su santo evangelio. Amén.
