Para todos aquellos que somos creyentes, y anhelamos ser creyentes verdaderos, corremos el peligro conforme pasan los días, meses y años, de que se vaya desvaneciendo lentamente: el amor, el ánimo, la emoción y la alegría que pudimos tener en el inicio de nuestra carrera espiritual; valores que son muy importantes y que deberían de permanecer siempre en nuestro corazón. Lo que se conoce como «convicción» debe ser una certeza, seguridad y confianza, que se vuelve una realidad duradera en nuestra vida.
Esta fue la experiencia que le tocó vivir a uno de los grandes siervos de Dios, llamado Moisés. Leamos: “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible” (He. 11:27). Hoy entendemos que «Egipto» tipifica para nosotros el mundo, con sus ofertas, placeres y deleites. Por eso, cuando nuestra fe se empieza a debilitar y la duda quiere invadir nuestra mente y corazón, es entonces cuando la palabra de Dios debe ser vida para nosotros. De esta manera, al igual que Moisés, nos podremos mantener seguros, sin perder la fe en el Invisible Dios y así nuestros pasos seguirán firmes hacia adelante.
Otro ejemplo que nos deja mucha lección es la vida de David. Varias veces se encontró solo y sintiendo el asedio de la muerte. Aquella angustia tan fuerte le rodeaba, pero él sabía que algo lo sostenía en esos momentos. Era su fe en el Dios vivo y verdadero. Por ello, exclama: “Alzare mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socoro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra” (Sal. 121:1-2). En aquellas experiencias tan terribles, se dejó ver la salvación de Dios. ¡Aleluya!
Encontramos también la experiencia de Job, aquel hombre de Dios, que dice: “Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí” (Job 19:25-27). Esa confianza en el Señor, le permitió soportar la prueba y llegar a entender el propósito de Dios para su vida, a pesar de la gravedad de las circunstancias.
En todas las Sagradas Escrituras hay muchos ejemplos de hombres y mujeres que tomaron decisiones por amor a Dios y que lograron sostener sus convicciones hasta el final. Hoy, a nosotros como iglesia, nos ha tocado vivir los tiempos finales, en donde la palabra de Dios advierte sobre cómo muchos claudican de su fe en Dios, pierden sus convicciones, su temor, su reverencia y su santidad, abandonando la verdad y los principios divinos. Todo esto ante la presión social y las tentaciones del pecado.
¿Qué necesitamos para sostenernos?
Mis queridos hermanos, Dios nos ha dado armas poderosas para pelear nuestras batallas, leamos: “Estos confían en carros, y aquellos en caballos; Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria. Ellos flaquean y caen, Mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie” (Sal. 20:7-8). La falta de una visión espiritual, nos hace poner la confianza en el hombre, cuya capacidad es limitada y tarde o temprano puede fallar. Pero el Señor siempre permanece fiel.
Cuando nos encontremos ante cualquier situación que afecte nuestra vida, la palabra nos recuerda que: “Torre fuerte es el nombre de Jehová; A él correrá el justo, y será levantado” (Pr. 18:10). También dice: “…conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna (…) Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén” (Jud. 1: 21 y 24-25).
Y por si esto fuera poco, quién mejor que nuestro Señor Jesucristo para dejarnos la seguridad de su ayuda, cuando dijo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Jn. 14:16-17). Ante estas palabras tan contundentes, debemos creer con toda confianza y sostenernos en esa fe que nos hace seguir adelante «como viendo al Invisible».
Amados hermanos, sí es posible que nos podamos sostener firmes, avanzando en el camino, con semejantes promesas de Dios para nosotros. Todos debemos mantener esa lucha para no perder la comunicación divina ni la ministración de Dios, por medio de su palabra, que debe de morar en nuestros corazones.
Peleemos ardientemente por nuestra fe, ya que nos acerca y nos conecta con Dios. Recordando las Escrituras que nos dicen: “…Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc. 18:8). Adelante iglesia. Que Dios les bendiga. Amén.
