Amemos a Dios y no al mundo

22 febrero, 2015

El mundo es una realidad en el espacio, donde Dios puso al hombre para señorear.   En este mundo encontramos la bondad divina con arte y armonía; de esta manera,  las personas que no conocen a Dios, quieren permanecer en él. En este mundo se encuentra la historia donde vemos por la palabra la salvación. Al hombre se le dejó para cuidar y perfeccionar lo que Dios preparó para Adán y Eva, quienes por no buscar al creador se engañaron con la  presencia de Satanás, que con astucia engañó a los que buscaban hacer su obra. Menospreciando la sabiduría divina y perdiendo la oportunidad de permanecer en el Edén.

En el antiguo testamento, el mundo es la creación excelente de Dios, creador de todo, siendo el dador de los recursos y la vida en todas las cosas donde el hombre tuvo la preeminencia porque: ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo y perdiere su alma? Adán y Eva fueron engañados al buscar ser como Dios, lo que motivó el juicio de este mundo.   Leamos   “…ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn. 12:31). A los que Dios ha llamado a vencer el mundo, usan de la armadura: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados,  contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12).  “Y nosotros (los hijos de Dios), no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido (1Co. 2:12).

 Juan nos anunció: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn.1:29). El mundo sin Dios es inseguro y pasajero: “…y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa”  (1Co. 7:31).

Dios ama al mundo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).   Así, los que se perdieron no valoraron a Dios y a su palabra.  No olvidemos a nuestro Dios, para pelear y vencer; sabiendo que por ello el mundo nos aborrecerá. Cristo nos declaró “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes…   yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Jn. 15:18-19).  Jesús, para su iglesia pide: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Jn. 17:15). Dios quiere que su pueblo se separe del mundo que se opone a Dios: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:2)Debemos obedecer al mandato: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Mr. 16:15).

La presencia de Dios en nuestra vida, nos da paz y victoria: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz.  En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33).  Para dar a conocer la obra de Dios, vino Cristo y luego envía a su iglesia: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (Jn. 17:18). Para mostrar la nueva vida que hemos recibido por oír y obedecer la palabra; la cual se presenta en la conducta así: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo…” (Fil. 2:14-15).   “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1Jn. 5:19). La plenitud de vida en Cristo. “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas,  según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:8). 

Juan escribe a los jóvenes porque son fuertes y han vencido al maligno y como iglesia nos hace ver que: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vana gloria de la vida, no provienen del Padre, si no del mundo. Y el mundo pasa y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”  (1Jn. 2:15-17).

Que Dios nos ayude a perseverar en la iglesia, oyendo su palabra y  enseñándola a los que no conocen la verdad. Amén.