Del artículo: Familias en paz; extractamos: “Nuestra indiferencia condena al inocente al sufrimiento” (Prensa Libre 09-03-2015).
El menor es el grupo más vulnerable, UNICEF declara siete acciones denigrantes para los niños y niñas. ACAN-EFE: de enero a agosto 2014 registraron 3,645 casos de abuso sexual infantil; 90% eran niñas entre 1-17, y de este grupo 13.47% tenían 14 años de edad, y 27% eran menores de 10 años.
El valor y amor de Cristo para los niños en el evangelio dice: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en el profundo mar” (Mt. 18:6).
Rolando de Paz Barrientos, autor del artículo dice: “El asunto interpela nuestra fe. Nuestro deber es proteger y defender los derechos de los más vulnerables”.
Lo que está sucediendo, es la injusticia que se da por menospreciar a Dios y su palabra. Como lo hizo Adán y Eva en el huerto. Toda injusticia es pecado, léase 1Juan 5:17. En otro pasaje dice: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:23). Adán y Eva murieron en el Edén por menospreciar al creador. Esto se repite en el mundo que nos hizo; y por amor a nuestras almas, envió a su hijo por amor, para que los que creemos no nos perdamos y tengamos vida eterna (Jn. 3:16).
Al tener por fe, el perdón de los pecados, se experimenta la nueva vida que da fruto, si estamos en la vida. “…separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:5). “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (v.13). Si creemos, nos negamos al mundo; llevemos nuestra cruz, siguiendo al que dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nadie viene al Padre si no es por mí” (Jn. 14:6). Esto se da si hacemos lo que dice el siguiente pasaje: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche (Sal. 1:1-3). Esta bendición se da, si tenemos comunión con los santos, que necesitan la palabra de Dios y nos renovamos con su Espíritu, para hacer la obra de Dios, en el hogar: “…Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia…” (2Ti. 3:15-17). Debemos enseñar y conocer más sobre el reino de los cielos y su justicia, e ir al trabajo con fe para que vean la vida nueva que tenemos, haciendo lo que se nos encomienda con ánimo y sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, léase Efesios 6:7. Así que todo lo que hagas en el hogar, en el trabajo, prosperará. Ocupémonos del alma de las personas con quienes convivimos, leamos: “Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre. Os escribo a vosotros, jóvenes porque habéis vencido al maligno… os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros…” (1Jn. 2:12-14).
Esta es la palabra que recibimos y debemos sembrar en la congregación, sobre todo en la familia que Dios nos dio para llevarlos al conocimiento de la verdad que nos libra de las tentaciones y fortalece al débil.
No olvidemos que estábamos muertos, separados de Dios; pero su gracia y misericordia nos alcanzó: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…” (Ro. 5:1).
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados. No olvidemos que la fe viene por el oír la palabra y si tenemos fe agradamos a Dios, venceremos en el mundo y glorificaremos a Dios porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por la fe, como está escrito: “Mas el justo por la fe vivirá” (Ro.1:17).
Si oímos y vivimos la palabra estamos agradando Dios y no le damos atención a la carne; porque sabemos que “…el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del espíritu es vida y paz” (Ro.8:6).
Esto debe ser nuestra vida nueva, venciendo al mundo, sacrificando la carne, agradando a Dios por fe y amor, para llegar al final de nuestra carrera, a la presencia de Dios. Así, obtener la corona como dice: Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida (2Ti.4:8). Para ayudar a reducir la corrupción, depravación y degeneración que se vive, salgamos al mundo para presentar las buenas nuevas que nos dieron la salvación y la vida eterna. Que Dios nos guíe para perseverar hasta el fin.