Demos la gloria a Dios

5 abril, 2015

Gloria: Es la manifestación de la excelencia  del carácter de Dios y la perfección de los atributos de Dios. Esto lo vemos en la creación: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal. 19:1).  Su gloria se revela en Cristo: “…el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas…” (He.1:3). Y el verbo hecho carne  nos trajo su gracia y verdad, y los ángeles dijeron “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lc. 2:14).  Esto es para los que creemos en él; cuando los griegos buscaban a Jesús, él dijo: “…ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. …si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn. 12:23-24). Esto es para que los llamados a seguir a Jesús, muramos al mundo y llevemos la cruz para ver a Dios: “…Jesús,  coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte…” (He.2:9). Los judíos no podían creer; como Isaías dijo: “Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; para que no vean con los ojos, y  entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane” (Jn. 12:40). Esto se mantiene porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.

En el mundo hay engaño, error; y su príncipe ofrece vanas glorias, riquezas, etc.,  para no seguir al que nos da vida nueva y vida eterna, si oímos, creemos y vivimos la palabra que tiene la verdad de Dios. “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra  vana manera de vivir… no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros…” (1P. 1:18-20).   Por lo que hemos recibido de Dios y si creemos en su palabra y su obra tenemos agua viva. “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn. 7:38). La samaritana, en su encuentro con el Señor Jesús, escuchó esto: “…mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn 4:14). Oyendo esto, dejó su cántaro y salió a contar con libertad que había un hombre que le dijo la verdad, y muchos fueron a buscar a Jesús para escuchar la palabra que cambia vidas.

Lázaro resucitó después del cuarto día: “…Marta la hermana del que había muerto, le dijo: Señor hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? …Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió…” (Jn. 11: 39-44). Debemos creer para nacer y morir al mundo; Pablo nos declara: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:21). Esto es imitar al que vivió para enseñarnos a obedecer, a amar y servir en el mundo anunciando la salvación, la justificación y la vida eterna. La presencia del Señor, es según estas promesas: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. …las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera…” (Ro. 8:16-18).

¿Cómo es la herencia?: “…incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos… mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 P 1:4-5). Por lo que Dios nos ha dado y nos ha prometido, hagamos todo para su gloria. “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Co.10:31). “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Co. 6:20). Dios nos ayude para entender su obra, sacándonos del error, y entrar a la libertad que nos lleva a compartir en el mundo, que hay esperanza y hay salvación. No olvidemos: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:17). Recordemos que Cristo nació, creció, padeció, murió y resucitó; así, los que creemos en la palabra, nacemos de nuevo y morimos al mundo, para crecer y fructificar, glorificando a nuestro Dios. Señor ayúdanos a entender y amar tu gloria.  Amén.