Dios es soberano, absoluto, perfecto, dueño y creador de todo lo existente, único, plenipotenciario, Rey del universo, eterno; pero sobre todas las cosas, el -Elohim- (el único Dios verdadero), “Amigo Fiel”. Antes que todas las cosas fueran hechas, él ya era y dice el Señor de sí: “Yo soy el que soy”; “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último” (Ap.22:13). Pero en un momento en los planes sabios y eternos, -él mismo- crea un ser con muchas virtudes, capacidades, poder y cierta gloria, que lo hacía superior a los demás en su género y dice la escritura: “…Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. …de toda piedra preciosa era tu vestidura… Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios… Perfecto eras en todos tus caminos…” (Ez.28:12-15). Todo era ideal y perfecto hasta que el querubín dejó de valorar lo grande que tenía y ante quién estaba. Entra en grandes conflictos posicionales y de ubicación, dentro de un régimen de -creador y criatura-, y mediante un “espíritu de inconformidad” dispone competir y sustituir al Altísimo, pretendiendo su lugar: “Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Is.14:13-14). Todo ese -envidioso espíritu- de competencia desleal, originado en la -inconformidad-, generó en el corazón de aquel ser, una horrible manifestación de soberbia (deseo desmedido de querer brillar más y más), así como una creciente avaricia (impulso desordenado de querer tener más y más en todos los órdenes), con la consiguiente conquista de seres que potencialmente tendrían la misma debilidad y a los que les costó en su perversa intención, el ser arrojados de los cielos: “Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo” (v.15). Satán y sus hordas fueron expulsados a los abismos y a los espacios celestes, que corresponden al techo del cosmos, en donde Dios ubicaría a su criatura, hecha a su imagen y semejanza, la cual tendría que ser expuesta en su momento, a toda esa carga maligna de influencia espiritual, en una preparación quizás difícil de entender, para formar un carácter y una dependencia divina; venciendo al final, no por sus capacidades ya que con éstas fracasó, sino, por medio de Jesucristo, el cual sería el único capaz y digno, quien luchó a muerte venciendo al mal, por medio del amor, la sujeción al máximo y la humillación sin parangón.
Todo este antecedente real, revelado a los profetas mediante las escrituras, nos dan la base para entender hoy: que todo este mal que en principio se origina en Satanás y sus seguidores, es la semilla de perversión que fue sembrada en el hombre; contaminando y destruyendo aun su entorno. Y el brote de “inconformidad”, como fuego en un pajar, compromete en adelante a toda la generación de pecadores, quienes hoy casi en su máxima expresión, manifiestan con toda creatividad, argucia y aun violencia, su desacuerdo con todo lo creado y establecido por Dios mismo, y se dice de la inconformidad a estas cosas: protesta contra las autoridades con extremo irrespeto, del sistema, del clima, del status, de las razas, del color de nuestra piel, si somos flacos u obesos, blancos o morenos, rubios o cobrizos, altos o bajos, del que tiene y del que no tiene, de lo que creemos injusticias sociales y aun divinas; que si calor por qué, si frío por qué. Y así la proyección de: quiero esto, quiero aquello, esto no me gusta, hoy me caso, mañana me divorcio, y para conseguir saciar esa inconformidad ofendemos, robamos, arrebatamos, mentimos, perdemos la moral y los valores, humillamos y hasta matamos, y la -inconformidad persiste hasta la muerte-. “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar…” (Stg.4:1-2). Todo esto es inconformidad, la misma que gravó a Satán y la misma que sin Cristo, todo hombre lleva dentro de su ser y la manifiesta desde niño ante un juguete o un caramelo; en la adolescencia ante la búsqueda y asedio del sexo opuesto; y en el adulto que mediante el conocimiento de ciencia que se manifiesta en la política, movimientos sindicalistas, bochinches callejeros, aun destruyendo los bienes y el respeto ajeno.
Amado hermano, Dios a través de Cristo nos muestra un espíritu de humildad, el cual ha de aceptar la voluntad de Dios en todo, sabiendo que como soberano sabrá qué es lo mejor para mí y todas sus criaturas. Ninguna injusticia se escapará de su mano, sabiendo que ni una hoja y ningún pajarillo morirá sin su permiso ni conocimiento, y que cada cabello tuyo y mío, están en el inventario divino. Por tanto, renunciemos a toda inconformidad, seamos felices con lo que tenemos o no tenemos, que al final nuestra herencia eterna será de completa paz y armonía, viviendo bajo la verdad y luz eterna quien es nuestro Dios. ¡Adelante! renunciemos a la inconformidad, simiente satánica, seamos conformes. Amén y amén.