“La religión del fin, 666” (1era. Parte)

12 julio, 2015

Dice la palabra de Dios: «… ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús les dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.  Este es el primero y grande mandamiento.  Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas» (Mt. 22:36-40).   Cuando aquel intérprete de la ley le hizo la pregunta al Señor Jesús, el Señor dio la respuesta más concreta y profunda, en la cual, por decirlo así, compactó o condensó en esas sencillas, pero poderosas palabras, toda la voluntad de Dios el Padre para con el hombre. Describiendo los principios básicos o elementales que rigen la vida de un verdadero creyente en todos los tiempos, es decir, lealtad y reverencia al único Dios verdadero, y la responsabilidad práctica y moral para con el hombre.  Ahora bien, estas dos grandes premisas encierran el famoso decálogo o también llamado “Los Diez Mandamientos”. De los cuales, los cuatro primeros contemplan mi adoración al Dios eterno y los seis restantes a mi relación responsable con los otros hombres.  Dice el primer mandamiento: «No tendrás dioses ajenos delante de mí», y continúa diciendo: «No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso…» (Dt. 5:7-9).  Si hay algo que Dios condena enérgicamente es la idolatría. Practicarla es menospreciar al Dios verdadero. Adorar a ídolos, no necesariamente significa postrarse de rodillas ante una determinada figura o altar. Es simplemente aceptar sus propuestas. Tal es el caso de Adán y Eva, que por haber aceptado la propuesta de Satanás, fueron hechos esclavos del diablo y sufrieron el castigo de ser echados del huerto del Edén.  Cuando el Señor Jesús fue tentado por Satanás, el cual ofreció el mundo y todas las “especies” de glorias, la respuesta del Señor fue tajante y llena de convicción: «…Al Señor tu Dios adorarás, y al él solo servirás» (Mt. 4:10).  El dios de cada ser humano puede ser cualquier cosa que él adora, sirve o venera, sea esto objeto, personas o bienes. Quiere decir, que casi cualquier cosa o persona puede constituirse en “ídolo”.  Este mal está enraizado en el ser humano y es por eso que la palabra de Dios, hace tanto énfasis en resistirlo y combatirlo.  Hay algo importante qué entender en este ámbito espiritual. Son los demonios los que estructuran a todo sentimiento de idolatría, ellos la vigorizan y alimentan. Ojalá comprendiéramos esta realidad espiritual. Al diablo le interesa sobre manera destronar a Dios del corazón del hombre y entronarse él, a través de ese ídolo que puede ser, como ya lo dijimos: trabajo, familia, hijos, negocio, deportes, artistas en todas sus disciplinas, música, comida, etc.   Dice el apóstol Juan: «Hijitos, guardaos de los Ídolos. Amén» (1Jn. 5:21). Y el Apóstol Pablo nos exhorta diciendo: «Por tanto, amados míos, huid de la idolatría» (1Co. 10:14). Y también dice la palabra de Dios: «… ¿Que el ídolo es algo, o que sea algo lo que se sacrifica a los ídolos?  Antes digo que lo que los gentiles sacrifican, a los “demonios lo sacrifican”, y no a Dios y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con “los demonios”» (v.19-20).  Puede parecer ingenuo o simple rendirle honores y pleitesía a algún personaje destacado, y volverme fanático seguidor de él, tratando de imitarlo o rendirme ante sus habilidades. Lo exalto y venero, y sin darme cuenta comienzo a sentir una admiración y dependencia de aquel (objeto) o aquella persona. Esto es precisamente la práctica de la religión del fin. Es la idolatría del hombre y sus obras, la ciencia y sus avances; no reconociendo al altísimo, sino se inclinaron a las criaturas, leamos: «Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles» (Ro. 1:22-23).  Es la adoración del hombre por el hombre.  Y dice el Señor: «Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen…» (v.28). Y anteriormente dice: «Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza (lesbianismo), y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres (homosexuales), y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío» (v.26-27). Estamos siendo testigos de semejante práctica idolátrica Satánica y como iglesia de Jesucristo ¿qué hacemos? Muchas iglesias se complacen con llenar el cerebro de mensajes cargados de chistes e invitación a un evangelio de prosperidad material, el cual nada tiene que ver con el evangelio verdadero de Jesucristo. Al creyente moderno le interesa ser rico, aunque Cristo le llame miserable; pretende ver lo espiritual y Cristo le dice que es ciego; y afirma estar vestido de blanco y Cristo le dice desnudo.

Mis amados hermanos, adoremos al único y verdadero Dios y a su hijo Jesucristo, el único Salvador.  Amén.