La iglesia está formada por personas que por muchos años estuvimos en el mundo, bajo el maligno que engaña. Así como lo hizo en el cielo con una tercera parte de ángeles, también continuó su obra maligna engañando a Adán y Eva, quienes permitieron esto al apartarse y separarse de Dios. Y  dijo la serpiente a la mujer: “…sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gn. 3:5).

Esta desobediencia continúa y se acrecienta como una señal del fin. La salvación, el Señor Jesucristo la inició llamando a sus doce discípulos. Y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos para que los echaran fuera. Y de esta manera empezó su ministerio, leamos: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 4:17).

Esa extensión del evangelio se hizo palpable en el mundo, así: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16). Hermanos, pastores, diáconos, ¿cómo está el conocimiento del amor a Dios? ¿Cómo está en el hogar, la vida de los adolescentes y la juventud? Debemos darles la palabra y escudriñar las Escrituras para que el mundo y la ciencia, mencionada en el libro de Daniel, no afecte el amor a Dios y al prójimo.

Este año se han realizado algunos eventos con jóvenes. Y se hacen estas reuniones con el propósito de instalar o fortalecer el conocimiento de la verdad. Esto nos ayuda a conocer la doctrina, que si no se da seguimiento en casa por los padres, se perderá el tiempo. Y lo más grave será la pérdida de almas y vidas que deben estar preparándose para servir al Señor. Así como el apóstol Pablo y como José en Egipto.

La palabra nos enseña: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17).

No olvidemos la astucia satánica. El maligno comienza con honores, diplomas y aplausos desde la adolescencia. Y luego los premios se hacen más grandes con la edad. Salomón nos dice: “vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Dios le dice a su pueblo: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4).

El apóstol Pablo, quien llegó a estimar como basura el conocimiento terrenal ante el amor de Cristo, nos escribe: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá” (Ro. 1:16-17).

Cuando no conocemos ni entendemos a Dios somos influenciados por el mundo. Nos afanamos por la comida, bebida y vestido. Pero a su pueblo nos dice: “buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas vendrán como añadiduras”. Nos agrega: “¿de qué sirve al hombre si ganaré todo el mundo, y perdiere su alma?” Cristo vino a morir en la cruz del calvario, derramando su sangre para perdonarnos y justificarnos.

El apóstol Pablo le dice a los romanos: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Ro. 8:1). Dios le dice al pueblo que sacó de Egipto: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6: 4-7).

Entendamos el tiempo de vida en este mundo, leamos: “Ciertamente como una sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá” (Sal. 39:6). Además dice: “El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas” (Stg. 1:9-11).

Recuerda: Dios se acerca a los humildes, pero a los soberbios y altivos mira de lejos. Dios, ayúdanos a entender que como familia debemos escudriñar las Escrituras para conocerte, amarte y servirte. Amén.