En la época en que nació Jesús, Herodes mandó a matar a todos los niños menores de 2 años que había en Belén y en todos sus alrededores. María, José y el niño, huyeron a Egipto. Luego apareció a los doce años, buscando respuestas con los maestros y los principales en el templo; y diciendo: “¿No saben que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” A los treinta años, buscó a Juan el Bautista para ser bautizado. Y recibió la confirmación, por medio de esa voz que venía del cielo, diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”.

Tres años fueron suficientes para desarrollar su ministerio, dando el enfoque al pueblo de Israel. Buscó a sus discípulos, a quienes les compartió la sana doctrina y además, fueron testigos de los milagros. Perdiéndose Judas, quien lo traicionó y lo vendió por treinta monedas de plata, entregándole a los que lo buscaban. Todo esto lo llevó a morir en la cruz, en donde se burlaron de él. Pero antes de morir, evidenció su inmenso amor al decir: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Luego de morir, lo enterraron. Pero tal como profetizó, al tercer día resucitó. Y antes de volver al Padre: “…les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas.  He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre (el Espíritu Santo)…” (Lc. 24: 45-49).

El pueblo de Israel, por su dureza, rebeldía e incredulidad,  experimentó lo siguiente: Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos” (Os. 4:6).

La iglesia surge hace dos mil años aproximadamente, para orientarnos en cuanto al conocimiento de la sana doctrina. Y para conocer y entender la verdad, tenemos la experiencia de Pablo, un joven convertido, cuando por celos sin fundamento, tenía cartas para perseguir a los primeros cristianos. Fue convertido y humillado para recibir el nuevo nacimiento y ser apóstol para los gentiles.

Extraemos también la experiencia del joven Timoteo, colaborador de Pablo, quien comenzó a participar del evangelio en su casa, siendo niño y adolescente; teniendo como un obstáculo la no participación del padre, por ser originario de Grecia. Haciendo la obra, la madre y la abuela. Lo más positivo pudo ser el testimonio de dos mujeres frente a un niño y posteriormente, adolescente. Y Pablo le recuerda a Timoteo que: “…los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido…” (2 Ti. 3:13-14).

Aquí vemos el cumplimiento de lo expresado por Salomón: No se necesitan muchos libros y el mucho estudio es fatiga de la carne. Debemos dar en casa esa importancia de temer a Dios y guardar sus mandamientos, así como sucedió en el hogar del joven Timoteo. Pero si no trabajamos para que otros conozcan la verdad, ellos corren el peligro de ser destruidos como lo dice Dios. Es tiempo de reflexionar para saber lo que pasa en el mundo. Como familia, valoremos el conocimiento de las Escrituras, y escudriñémoslas para conocer la verdad y andar en libertad.

Recordemos lo que Moisés le dijo a Israel: Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta” (Dt. 4:5-6).

Busquemos que los niños y adolescentes pongan por obra las enseñanzas del día domingo, porque en el futuro, si el Señor tarda su venida, saldremos a relacionarnos con personas que no conocen a Dios. Y repito: todo el mundo está bajo el maligno. Y como hizo en el cielo, lo repitió con Adán y Eva. Él no se duerme porque sabe que el fin está cerca. Por eso vemos a personas que no viven la palabra, porque el engañador actúa en estos tiempos de apostasía, para dar más valor a los afanes de este siglo y por medio del engaño de las riquezas.

Para los padres, dice la palabra: Instruye al niño en su camino,
Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”
(Pr. 22:6). Pocas palabras, pero con el poder para vencer al maligno. Recuerda que la vida del creyente depende de la fe. Ese regalo de Dios que es probado en medio de un mundo que nos pone honores y vanidades para alimentar el ego. Pero Dios puede ver nuestra aflicción, para que clamemos y podamos sentir al Consolador, quien nos da la verdadera paz y la salud.

Timoteo habla al que busca riquezas: Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Ti. 6:9-10). Señor, ayúdanos a oír y entender tu palabra; y a vivir con amor y temor hasta el fin. Amén.