Lamentablemente el término “ungir o ungido”, ha sido una expresión muy común en el ámbito religioso, y se ha utilizado y manipulado para conseguir objetivos, muchas veces mezquinos y absurdos, que afectan la mente de los simples. Se habla de “el gran siervo ungido de Dios”, y este impresionante mote, hace de un hombre insignificante, una figura popular y hasta idolátrica. Consiguiendo con esto, empujar a las masas a postrarse ante lo que son o lo que hacen. Pero a la verdad, son “únicamente hombres astutos”, perversos y aprovechados de las mentes frágiles y faltas del conocimiento de Dios. Contaminan las almas, haciéndolas esclavas de sistemas satánicos, los cuales ciegan el entendimiento a los verdaderos valores espirituales.

Estos supuestos “ungidos” se fundamentan, luego de sus maldades o verdaderas fechorías, en cargar las conciencias de los fieles, y en que nadie puede juzgar a un ungido de Dios. Haciendo aun alusión a pasajes bíblicos, como: “No toquéis, dijo, a mis ungidos, Ni hagáis mal a mis profetas” (Sal. 105:15). Y dicen que sólo Dios juzga: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mt. 7:1). ¡Si no, miren también qué les pasó a María y Aarón, hermanos de Moisés, al haber murmurado! Argumentos bien fundamentados, aun escrituralmente, para conseguir sus propios objetivos, en cuanto a aberrantes abusos sexuales, económicos, egolátricos, etc. Triste, pero real dentro de la hipócrita cultura religiosa. Manteniendo así atemorizados, a un sin número de alienados y temerosos ignorantes, imposibilitados de ver la justicia dada en la legislación divina.

Ya destapada toda esta inmunda patraña satánica, que hace valer los principios del averno, en donde se mueve toda religión sistemática, veamos qué es realmente “la unción y ser ungidos”, sus orígenes, símbolos, figuras, y la aplicación a las verdaderas intenciones espirituales de parte de Dios. La fundamentación de ungir surge de la práctica de los pastores de ovejas en la antigüedad. Debido a su abundante lana en las orejas y la cabeza, eran infestadas de bichos como piojos, pulgas y otros; dañando su salud, invadiendo aun sus oídos. Era entonces necesario aplicar o untar abundante aceite, como un excelente protector que hacía resbalar los parásitos infestantes. Esto daba libertad, paz y salud al rebaño.

Posteriormente, mediante este simbolismo se aplica bíblicamente a todas las cosas dedicadas a Dios o a algún servicio específico: “Y tomarás el aceite de la unción y ungirás el tabernáculo, y todo lo que está en él; y lo santificarás con todos sus utensilios…” (Ex. 40:9). Luego, podemos ver esta simbología en la dedicación de algunos reyes, profetas o servidores de Dios, leamos: “…derramó el aceite sobre su cabeza, y le dijo: Así dijo Jehová Dios de Israel: Yo te he ungido por rey sobre Israel, pueblo de Jehová” (2 R. 9:6). El aceite entonces: protege, limpia, da bienestar y lucidez, ya que libera de las malas influencias externas, leamos: “En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza” (Ec. 9:8).

La palabra de Dios habla del término hebreo “Mesías” y en griego “Cristo”, como “EL UNGIDO”. Un significado muy espiritual de un “dedicado o escogido”, poniendo como ejemplo especial a nuestro Señor Jesucristo, leamos: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha UNGIDO para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos, A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor” (Lc. 4:18-19).

Bajo esta línea de pensamiento, no humano sino divino, traslademos entonces este principio a los “escogidos de Dios”, nosotros dentro del género humano, sus hijos. Jesús asciende y nos da la promesa de su Espíritu, la cual se cumple fielmente en el día de Pentecostés. Entonces, ahora como “cristianos”, no sólo como un nombre o apodo que se le dio en el pasado por los impíos a los seguidores de Cristo, hemos recibido de él la unción verdadera, y al igual que el Maestro, llevará la misma intención y efectos de ministración. La Escritura dice de ello, así: “…El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Jn. 14:12).

Bajo estos términos, que para los creyentes no son una premisa, sino una realidad clara, objetiva y con propósitos definidos, tendremos que asimilar y practicar el servir y predicar con ánimo pronto, energía, fidelidad, amor y perseverancia hasta el final de nuestra jornada, sabiendo que: “…vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes (SERVIR Y PREDICAR, CON PALABRAS Y EJEMPLO DE VIDA) de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable…” (1 P. 2:9). Esto vota todo argumento de los falsos profetas y maestros, quienes autonombrándose “siervos ungidos”, se convierten en seres invulnerables. Y en esta condición, sacan provecho y como viles mercaderes, explotan todo derecho humano, conquistando para sí, verdaderos imperios de pecado y maldad.

Pueblo verdadero de Dios: la unción y los ungidos, no son seres mágicos ni espectaculares personajes infalibles, invulnerables, místicos ni filosóficos. Los verdaderos ungidos son todos aquellos que, guiados por el Espíritu mismo de Dios, muestran mediante su humildad, sabiduría, serenidad, paz, mansedumbre, templanza y amor al alma de los hombres, que al igual que nuestro Señor Jesucristo, son capaces de entregar todo lo que son y tienen, en favor y beneficio de los demás; para engrandecer el reino de los cielos y no a sí mismos. No nos dejemos engañar, ya que Satanás se presenta aun como ángel de luz. Mis muy amados, permanezcamos firmes y atentos ante la mentira y el engaño de los falsos y egoístas maestros, profetas y predicadores de las falsas doctrinas de la prosperidad y otras que actualmente imperan, como señales del fin. Así sea. Amén y amén.