“Una humanidad ciega”

 

Estamos viviendo días aciagos –que producen sufrimiento o tristeza, que presagian desgracias-, cargados de aflicción, dolor, angustia, desesperación y mucha inseguridad. En el pensamiento de las personas se percibe la enorme frustración que invade su corazón, ante la galopante corrupción que se mueve a todo nivel. No hay rincón del quehacer social en donde esta peste no se manifieste. Entendemos que este mal no es nada nuevo entre los    hombres, pero la dimensión que el día de hoy tiene sí es apocalíptica. Pareciera que es una maldición de los tiempos del fin, la cual propicia el cumplimiento de profecías que fueron dadas por nuestro Señor Jesús, en relación a los últimos tiempos, leamos: “…y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mt. 24:12).   Dígame usted, mi querido hermano lector, si esta enfermedad social ¿no se está dando en este momento en derredor suyo? Pareciera que un manto de oscuridad ha caído sobre la humanidad y no son capaces de percatarse de la realidad espiritual que vive. El escepticismo invade sus mentes y aflora en sus corazones la incredulidad hacia las cosas espirituales que le rodean. No se dan cuenta y esto, a pesar de estar siendo anunciado por la iglesia de Jesucristo este mensaje, que advierte a los hombres sobre todas estas cosas.  Sí, mis amados hermanos, queramos o no, la postrimería de los siglos nos ha alcanzado, y la inmundicia invade este precioso planeta, creado por Dios para su criatura preferida: EL HOMBRE, el cual sigue empecinado en ignorarlo a pesar de todo.

Hay una tremenda profecía en el libro de Apocalipsis que advierte sobre esta oscuridad que invade la conciencia de los hombres, leamos: “…y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del abismo. Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el humo del pozo. Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra. Y se les mandó que no dañasen a la hierba de la tierra (…) sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes” (Ap. 9:1-4).

Quisiera resaltar los siguientes aspectos importantes de este pasaje. Primero: que sube humo que oscurece el sol; el apóstol Pablo dice lo siguiente: “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Co. 4:3-4). El sol aparece como figura de Dios, y el humo, como figura de los demonios que ciegan el entendimiento de los hombres para que no lleguen al conocimiento de Dios, y de la esperanza de la salvación en su Hijo Jesús. Y en segundo lugar, estas hordas demoniacas están bajo el poder de Satanás, el dios de este siglo, el cual tiene el permiso de Dios de dañar a todos los que no tienen el sello de Dios en sus frentes. ¿Y qué quiere decir esto de “el sello de Dios en sus frentes”? Es ni más ni menos que la presencia del Espíritu Santo, el sello divino que nos permite creer y confiar en el único y verdadero Dios, Jesucristo nuestro Salvador.

Estos demonios han invadido el mundo entero, como lo dice el apóstol Juan, poseyendo a hombres y mujeres que voluntariamente prestan sus cuerpos para esta función diabólica. Por eso no es de extrañar que famosos personajes de la farándula musical, artística, deportiva, política, científica, y aun religiosa, sean, aunque le cueste a usted creer, demonios personificados en estos individuos. ¿Le parece exagerado? pues si usted es creyente de la palabra de Dios, aceptará lo siguiente: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.  Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (2 Co.11:14-15).

 

Cristo la esperanza de gloria         

Ante semejante panorama de posesiones demoniacas a nivel universal, nos preguntamos: ¿en dónde está la verdadera iglesia? ¿Existe una verdadera congregación en donde esté Dios verdaderamente? Son preguntas que muchísimas personas se hacen ante esta realidad que vivimos. Leamos: “No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo. A Jehová de los ejércitos, a él santificad; sea él vuestro temor, y él sea vuestro miedo. Entonces él será por santuario…” (Is. 8:12-14).      Sí, mi amado hermano, sí hay un pueblo en cuya presencia está Dios. Recuerde que Satanás hace daño a los que no tienen el sello de Dios en sus frentes. El pueblo que tiene el sello de la santidad en todas las áreas de su vida y que lucha por consagrarse a Dios, ese es el pueblo de Dios. Es menospreciado, escarnecido y vituperado por causa de su fe; dice el Señor Jesús: “…En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn.16:33). Cristo es la esperanza de alcanzar, por medio del poder del Santo Espíritu de Dios, la salvación de esta perversa generación, la cual no sólo es maligna sino también alienante y mortal. Huya, escape por su vida, nadie lo puede hacer por usted, la única esperanza es Jesús, créale a él y no sólo crea en él. Cómo le ruego a mi Señor que “guarde su depósito sin caída”. Que Dios le bendiga. Amén.