“Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y HA PUESTO ETERNIDAD en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Ec. 3:11). Debemos comprender que el sentimiento de eternidad es una peculiaridad exclusiva del ser humano. De todas las criaturas creadas por Dios, el único ser que busca ese bien maravilloso es el ser humano. Este es un sentimiento profundo que trasciende las barreras de lo material para proyectarse hacia lo que está por delante, hacia lo desconocido. En su ansiedad por encontrarla, el hombre la  ha buscado en las estrellas, constelaciones, cuerpos celestes, sabiendo que es un bien intangible que se encuentra muy distante de su entorno material.

Para nadie es desconocido que la mayoría de pirámides antiguas eran observatorios celestes, para buscar la misteriosa eternidad. La ha buscado hasta en el inframundo, como le llamaron los antiguos, evocando a espíritus demoníacos o a las almas de difuntos, etc. El hombre ha llegado al extremo de asignar poderes sobrenaturales a estatuas con figuras de animales, de hombres, de seres extraños, las cuales han sido labradas en piedras, madera, metales de todo tipo, hechas por manos de hombres. Y en su ignorancia les adoran y rinden culto y ofrendas, al que es incapaz de moverse por sí mismo, con tal de alcanzar la ansiada eternidad. Todo esto es condenado por el Dios todopoderoso, Creador de todo lo que vemos y existe, leamos: “No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios…” (Ex. 20:3-5).

 

Pasos hacia la eternidad

Ahora, en el tiempo moderno, la situación no ha cambiado. El ser humano sigue buscando la eternidad fuera de Dios. Esto será una búsqueda infructuosa, pues Dios en su infinita misericordia diseñó su propio y único plan redentor, en favor de la humanidad y su fin es la eternidad, cuyo principal protagonista es Jesucristo, el Hijo de Dios. El es la manifestación corpórea del Dios invisible. Es nuestro Emanuel (Dios con nosotros). Es el Verbo hecho carne que habitó entre los hombres (Juan 1:14).

El Señor Jesús definió tres pasos a dar para llegar a la eternidad: “Y decía a todos: Si alguno quiere VENIR EN POS DE MÍ, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23). Debemos comprender que el propósito de estos pasos es seguir en pos de Jesucristo, leamos: “Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga VIDA ETERNA; y yo le resucitaré en el día postrero” (Jn. 6:40). “Sigo adelante, detrás de tus pasos Señor”. Él es el camino, la verdad, y la vida, y nadie puede llegar al Padre (la eternidad) sino por medio de él (Juan 14:6).

Es importante considerar que antes de iniciar estos tres pasos mencionados por el Señor Jesús, todo creyente debe haber experimentado el BAUTISMO EN AGUA (Romanos 6:3-6), como paso básico de aceptación pública de su fe y sometimiento a los mandamientos del Señor. Y el BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO DE DIOS (Hechos 1:5 y 8), el cual da la capacidad de poder cumplir los mandamientos establecidos para la iglesia de Jesucristo.

Paso 1: “Niéguese a sí mismo”. Esta afirmación de Jesús, implica una postura de convicción totalmente definida y también voluntaria, en cuanto a mi relación con el mundo y sus deseos (1 Juan 2:15-17). Esto conlleva decisiones radicales y contundentes en mi vida. Claro que no es un acto mágico sino un proceso serio, continuo, maduro, consciente de lo que estoy haciendo y por qué lo estoy haciendo. Leamos: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es  idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia…” (Col. 3:5-6).  Observe la contundencia de las palabras del apóstol Pablo: HACED MORIR. No da lugar a la ambigüedad. Si queremos llegar a la eternidad, debemos de renunciar o morir, que es igual. El doblez de ánimo en este paso da origen al creyente “carnal”, cristianos no convertidos ni convencidos de lo que es, ser un hijo de Dios. Pueden estar cargados de emociones, pero carecen de frutos que confirmen su conversión (Mateo 5:16; Mateo 7:15-16; 2 Timoteo 3:5).

Paso 2: “Tome su cruz cada día”. Este paso lleva implícito: sufrimiento, escarnio, dolor, padecimientos, persecuciones, desprecios de la sociedad y aún de nuestra propia familia, escasez, enfermedades, aflicciones, pruebas, etc. Pero el Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los que padecen persecución (…) Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos…” (Mt. 5:10-12). Observe que el Señor Jesús advirtió que esto sería de todos los días. No debemos bajarnos de la cruz (Romanos 6:6). Tampoco desmotivarnos ante todas estas adversidades (2 Corintios 4:16-18). Los santos profetas también padecieron. Sí, mi amado hermano, pon tu mirada en el autor y consumador de la fe, Jesús (Hebreos 12:2). No miremos a los lados, mucho menos para atrás, poniendo nuestra mirada hacia adelante, a la suprema meta (Filipenses 3:13-14). “Busco tu reino, anhelo tu gloria, sé que con tu ayuda, yo lo lograré”.  Por esto el Señor Jesús dijo: “Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Jn. 13:15).

         Paso 3: “Sígame”. Este paso implica perseverancia, constancia, lealtad, fidelidad, lucha continua. Implica velar, tener la lámpara encendida y con suficiente aceite (unción del Espíritu Santo de Dios). El Señor Jesús dijo: “Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: VELAD” (Mr. 13:37). El apóstol Pablo escribe a los Corintios: “Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos. Todas vuestras cosas sean hechas con amor” (1 Co. 16:13-14). El apóstol Judas, siendo consciente de las artimañas de Satanás para pervertir el evangelio de Jesucristo en aquellos días, le escribe a la iglesia del Señor con estas palabras que llevan un sentimiento de fervor y aflicción: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ARDIENTEMENTE por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jud. 3). Esto lo decía por los falsos cristianos que se habían metido en la iglesia para engañar a los incautos y débiles en la fe. Mi amado hermano, Satanás anda como león rugiente viendo quién está mal parado para devorarlo. ¿Serás tú la siguiente víctima del diablo? ¡No! Hermano, sigue adelante, sigamos adelante sin desmayar, pues esta leve tribulación ya pasará, entre tanto esperemos con paciencia la venida pronta de nuestro buen Dios y Salvador Jesucristo (Marcos 13:35). Dios les bendiga y fortalezca. Amén.