La educación se inicia en el hogar. Es ahí donde los mayores o los más grandes, tenemos la oportunidad de transmitir al núcleo familiar, los principios y valores eternos. Y como una verdadera fuente de ayuda, tenemos las Sagradas Escrituras para cumplir nuestra misión en cuanto a esa enseñanza. El apóstol Pablo, conociendo esto le dice a Timoteo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti. 3:16-17).

Desde el Antiguo Testamento, el Señor dice: “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6). Esta función es de los padres en casa. Ahora, ¿cuál es la realidad en nuestros hogares? Ya que sin la instrucción en casa, los infantes y los jóvenes asisten a los diferentes centros educativos en donde son orientados. Y después salen a buscar trabajo y a buscar el capital para construir alguna empresa familiar. Y si esto no se logra, se emigra a los países desarrollados.

En el Nuevo Testamento, Jesús nos dice: “…Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”  (Mt. 19:14). Este pasaje nos muestra la importancia de los pequeños para el Señor.  Y también dice Jesús: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn. 15:13). Enseñanza sabia del Señor para su iglesia. Sí, Dios nos habla y nos guía, para que estemos preparándonos para el tiempo del fin.

Dentro de esa preparación, el Señor le dice a su iglesia: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17). Si obedecemos la palabra, tendremos esa comunión con Dios que se transforma en bendición para nuestra familia.

Pero, ¿por qué insistir en este consejo a los padres de la iglesia? Porque el Señor Jesucristo habló de las señales del tiempo del fin. En donde muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos. Además: “…por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mt. 24:12-13). Y agrega: “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mt. 10:22). ¿Cómo nos va en el trabajo o en la universidad, a causa de mantener firmes nuestras convicciones?

Recordemos que este mundo está bajo el maligno. Y desde el inicio ha engañado al hombre, ofreciéndole ser como Dios, como lo hizo con Adán y Eva. Y este argumento lo mantiene y se acrecienta, siendo una batalla también para el pueblo de Dios. Por eso el Señor dice: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mt. 26:41). Jesús nos mostró, cómo esperar en la voluntad del Padre, en el Getsemaní, cuando dijo: “…Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa…” (V. 39).        

Haceos tesoros en el cielo

Este estudio es muy importante para nuestros adolescentes y jóvenes, valorando la palabra que dice: “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Ec. 11:9). Y Salomón dijo: “El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala”  (Ec. 12:13-14).

         No nos afanemos ni caigamos en la trampa de un mundo materialista. Recordemos el consejo de nuestro Maestro: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan” (Mt. 6:19-20).

Todos estos pasajes son para reflexión de los padres con los adolescentes y jóvenes que están en la competencia estudiantil. Ya que el mundo nos envuelve en el afán de alcanzar las riquezas materiales. Pero la palabra nos advierte al respecto: “Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, por no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”  (Stg. 4:2-3).

El Señor también nos dice: “…porque raíz de todos los males es el amor al dinero…” (1 Ti. 6:19). Para aquellos que estamos en esa preparación, Jesús nos aconseja: “…Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?…” (Mt. 16:24-26).

Dios viene por un pueblo humilde y que espera en obediencia en la voluntad del Señor. Leamos: “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes” (1 P. 5:5).

         Cristo viene por su iglesia. ¡Prepárate! Ven Señor Jesús. Amén y Amén.