La mente del hombre es un misterio tan profundo que… ¿Quién la puede conocer? Leamos: “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?” (1 Co. 2:11). Sus pensamientos vuelan y se multiplican velozmente; y generalmente son influenciados por las circunstancias que estemos viviendo. El poder que ellos ejercen sobre la persona que los tiene es tremendo. Según pensamos, así actuamos. Nuestras acciones, gestos, actitudes, ademanes, etc., son generalmente el producto visible de nuestros pensamientos, sean estos buenos o malos.

Es casi imposible tener un control completo sobre los efectos visibles de nuestros pensamientos. De allí, la sabiduría de la palabra de Dios cuando dice: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, EN ESTO PENSAD” (Fil. 4:8). Observe que Dios nos invita a que ocupemos nuestros pensamientos en cosas que sean buenas y agradables, no sólo para Dios sino también para mis prójimos o hermanos.

Las batallas más encarnizadas, espiritualmente hablando, son las que se libran en la mente. Los malos pensamientos invaden cada rincón de nuestra cabeza y corazón, y somos sumamente vulnerables a ellos. Nos estresan, nos agobian, nos entristecen, nos fulminan, nos debilitan, nos destruyen, nos dominan, pues están con nosotros todo el día y toda la noche. Nos roban la paz, debilitan nuestra fe y llegamos casi a perder la esperanza; cambia nuestro temperamento volviéndonos violentos, agresivos, susceptibles y maliciosos. Hasta podemos llegar a pensar que Dios ha sido injusto al permitir lo que estoy viviendo.

Esta batalla se vuelve insostenible si dejo que Satanás se aproveche de la situación, pues se encargará de multiplicar el agobio y las malicias hacia nuestra propia persona, enviando espíritus malignos que alimenten esos sentimientos dentro de mi corazón, aparentemente para consolarme, pero en realidad aumentan mi ceguera espiritual y complican más mi situación emocional.

Por eso la palabra nos dice: “Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud. Que se siente solo y calle, porque es Dios quien se lo impuso; Ponga su boca en el polvo, por si aún hay esperanza; Dé la mejilla al que le hiere, y sea colmado de afrentas. Porque el Señor no desecha para siempre; Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias (…) ¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó?” (Lm. 3:27-37).

El Espíritu Santo lo revela todo

No hay recurso más sublime y perfecto que buscar la dirección del Espíritu Santo de Dios en momentos así, leamos: “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios (…) Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Co. 2:10 y 16). Mi amado hermano, el camino al Padre está lleno de experiencias como esta, tenemos que pasar por diferentes pruebas, las cuales perfeccionan al hombre interior.

Y por otro lado, también Dios es fiel y justo para corregir nuestros errores y perdonar nuestros pecados. Nunca te justifiques, pon tu boca en el polvo y deja que sea Dios el que te levante, cuando vea tu humillación y arrepentimiento de corazón ante tus errores y pecados cometidos. Dice la palabra de Dios: “¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar (abundantes) (Is. 48:18).

Me pregunto ¿Cuántas veces Dios nos habla de muchas maneras y formas, pero no entendemos? Porque debemos ser conscientes de que él continuamente nos está redarguyendo de nuestros errores, pero no le hacemos caso. Hasta que viene el momento de la corrección de Dios, la cual, lamentablemente traerá dolor y angustia, pero no es para destruir sino para corregir y perfeccionarnos.

No permitas que Satanás confunda tus pensamientos, Dios es fiel y justo, y no se equivoca. Mejor llénate del Santo Espíritu de Dios, para que la paz perfecta de Cristo llene todo tu ser. Mejor proponte poner por obra lo siguiente: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Is. 26:3).

Dios escucha al quebrantado; y al contrito (tristeza y melancolía) Dios no desecha. Dios cobija al humilde; y al menesteroso (pobre o necesitado) Dios provee. Dios protege al débil. Leamos: “Mejor es humillar el espíritu con los humildes Que repartir despojos con los soberbios. El entendido en la palabra hallará el bien, Y el que confía en Jehová es bienaventurado” (Pr. 16:19-20).

Mí querido hermano y amigo lector: le ruego a Dios que te ayude, si es que estás pasando por una experiencia difícil; y que no desmaye tu ánimo. Pon tu mirada en Cristo Jesús (Hebreos 12:2) y eso te ayudará a esperar pacientemente la voluntad de Dios sobre tu vida. Medita bien en tus caminos (Hageo 1:5). Si queremos la paz bendita de Dios, como él la prometió a través de Jesús (Juan 14:27), roguemos que el Espíritu Santo de Dios domine y controle nuestros pensamientos, para que él guarde nuestro corazón en completa paz.

Mi amado hermano: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (He. 12:14). Elevo mi oración a nuestro buen Dios para que todo aquel que invoque su nombre sea preservado para su reino. Amén.