En la vida del hombre se busca el conocer los recursos que tenemos. Especialmente los recursos naturales que Dios dejó para satisfacer las necesidades que demanda el ser humano para subsistir.

Antes de la creación, el enemigo usó a Eva para romper la unidad con Dios, leamos: “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Gn. 3:4-6).

La ciencia del bien y del mal, sigue creciendo como señal del fin del siglo. Leamos: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Dn. 12:4).

El mundo está pasando por una pandemia que ha afectado a millones de personas. Y son miles, los que han muerto en cada país. Para la iglesia, esto ha servido para creer que a los que amamos a Dios, todo lo que pasa será para bien. Esto se da, si hemos muerto para la nueva vida, amando a Dios y al prójimo. Y oyendo la palabra que nos permite aumentar la fe que agrada a Dios.

El hombre sin el conocimiento ni el entendimiento de Dios, se motiva para que sus hijos sean guiados para entender el mundo y conocer los recursos para obtener un beneficio material y muchas veces egoísta, en cuanto a lo que Dios dejó. Ignorando a Dios y su doctrina que nos dice: “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6).

         Hay un beneficio mayor cuando conocemos la sabiduría de lo alto y aplicamos los principios divinos en nuestra vida. Por ello, Salomón dice: “Manantial de vida es el entendimiento al que lo posee; Mas la erudición de los necios es necedad” (Pr. 16:22). Y agrega: “El que posee entendimiento ama su alma; El que guarda la inteligencia hallará el bien” (Pr. 19:8).

         El apóstol Pablo dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:2). Con este principio, esta palabra dará fruto si la escuchamos en nuestras asambleas, y la repasamos en casa para confirmar los conceptos doctrinales. El problema se da cuando priorizamos los deseos de la carne o de los ojos, ya que Dios nos dice: “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Ro. 8:6).

         Los estudiantes, sobre todo los que requieren más de diez años de estudio, en algunos casos salen del país. Y logran concluir y obtener su gloria, siendo aptos para el servicio que prestan. Pero el problema o la desesperación, viene cuando ya no pueden ejercer su profesión por la edad o bien, porque la ciencia evoluciona. Lo triste es cuando para algunos, su vida gira en torno a ello, ya que aparece la angustia de la muerte.

Si le damos el primer lugar a Dios y a su palabra, se cumplirá en nosotros la Escritura que dice: “Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia” (V. 10). Y también nos apropiamos de esta promesa: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”  (V. 28).

Si estamos llevando una vida de amor a Dios y al prójimo, recordemos que ese amor nos llevará a entender el temor a fallarle. Y en esa relación de amor y de hijos de Dios, nos dice la palabra: “…como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 P. 1:14-16).

La importancia de vivir el evangelio en casa, nos llevará a decir: “…pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos. 24:15). Además, en ese trabajo espiritual con nuestra familia, encontramos esto: “Con sabiduría se edificará la casa, Y con prudencia se afirmará…” (Pr. 24:3). Y también la palabra nos recomienda: “…porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Ti. 5:8).

Vemos al joven Timoteo, que fue formado en casa por su madre y su abuela, de quienes recibió el conocimiento y el entendimiento de una fe no fingida que mueve montañas. Y el apóstol Pablo, en esa labor y trabajo espiritual le aconseja, diciéndole: “…porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores (…) Te mando delante de Dios (…) que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo…”  (1 Ti. 6:10 y 13-14).

Busquemos la sabiduría y la guianza del Espíritu Santo, ya que nuestro Señor Jesucristo es la única fuente de sabiduría verdadera, pura, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos. Por eso dice la palabra: “Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé el entendimiento de los entendidos” (1 Co. 1:19). Roguemos a Dios entender la palabra que nos da sabiduría. Dios les bendiga. Amén.