¿Qué pasa en el mundo? ¿Qué vemos o qué oímos? Las grandes potencias buscan solucionar sus problemas económicos evitando efectos como el de la contaminación y la corrupción. Estos efectos se manifiestan mayormente en los países subdesarrollados, donde hay desnutrición y violencia, a pesar de priorizar la educación secular como el recurso para el cambio de esto, porque escrito está: “…los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos (…) Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas (…) Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:7,10 y 13).

         Esta promesa es para la iglesia que conoce la verdad, que vive en santidad, proclamando el perdón y la salvación que Dios nos ha dado para cambiar y ayudar a las personas que temen a Dios y guardan sus mandamientos, que se resumen en lo siguiente: “No debáis a nadie nada, sino el  amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley (…) Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Ro. 13:8-10).

 

La nueva vida

Somos pocos los que estando en el mundo, bajo el dominio del maligno, hemos sido movidos por Dios a clamar en la angustia. Hemos pedido la ayuda divina y hemos encontrando por gracia la libertad. Ahora debemos hacer la profesión de fe, siguiendo al Hijo de Dios y naciendo a la nueva vida. Se despierta el deseo en nuestro corazón, de reunirnos con los miembros de la iglesia quienes reconocemos a Jesucristo como cabeza, y en donde se oye y se vive la palabra que se predica. Entendemos que necesitamos escudriñar las Escrituras, las cuales nos enseñan cómo agradar a Dios y cómo amar al prójimo, mediante la llenura del Espíritu Santo.

El Señor Jesús nos invita a seguirle, negándonos a nosotros mismos y llevando nuestra cruz con amor. Y si velamos y oramos, no caeremos ante las tentaciones del maligno, quien vino a matar, robar y destruir. Si permanecemos en Dios, él permanecerá en nosotros. Y no nos conformemos a este siglo, sino comprobemos la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

El apóstol Pablo dijo a los atenienses: yo anuncio al Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, siendo el Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es el que da a todos vida y aliento y todas las cosas. Léase Hechos 17:24 y 25.

Ese mismo Dios, dice a Israel y a su iglesia: No te harás imagen ni te inclinarás ante ella; lo cual hacíamos religiosamente antes de conocer al Dios verdadero. Estamos viendo la proliferación de la religión, pero sin lograr los objetivos, porque dice la palabra: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Stg. 1:27). Si esto se hace, entonces estamos en Cristo. El que conoce y ama a Dios, no es idólatra. Porque es parte de una nación santa, de un pueblo adquirido por Dios para anunciar a aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable, para abstenernos de los deseos carnales que batallan contra el alma. “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz” (Ro. 8:6).

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”  (Jn. 14:6). Esta es una realidad y un testimonio. Si hemos resucitado con Cristo, buscaremos las cosas de arriba, no las de la tierra, porque hemos muerto y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios.

Dios ayúdanos a entender tu palabra, para amar y servir, haciendo tu voluntad hoy que la fe está escaseando, que el amor se está enfriando y que la ciencia está aumentando. Cuidémonos para no tomar la forma del mundo. Jesucristo dice: “…aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón…” (Mt. 11:29). Y el apóstol Pablo nos dice: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co. 11:1). Estos consejos serán una conducta que indica la formación que tiene un hijo de Dios. Amén y Amén.