Como iglesia del Señor, estamos viendo que las señales de su venida se están manifestando. Hay violencia y las bodas se están acrecentando como sucedió en la época de Noé. Y por el aumento de la maldad, el amor a Dios y al prójimo se está enfriando, y la fe se está apagando. Por ello, la misión de la iglesia está en avivar la fe de los que estamos oyendo y entendiendo la palabra de Dios, ya que según el profeta Daniel: “en el tiempo del fin, muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia aumentará”. Para creer en la profecía, Dios nos ha permitido experimentar en los hogares la enseñanza secular.

En algunas casas se enfrentan al incremento de trabajo para que los niños y adolescentes continúen superándose. Esto, para lograr el cierre de la carrera que les permita entrar a la competencia para un puesto de trabajo en el gobierno o en la iniciativa privada. Como pueblo de Dios debemos rogar su guianza, buscando no caer en el menosprecio al conocimiento de Dios. Oyendo las prédicas y leyendo en familia la palabra. En el caso de los estudiantes universitarios o de carrera media, aparte de lo que puedan hacer los padres, Dios los guiará para no dejar de conocer la verdad que nos libra del mundo. Si es que se sembró en ellos el conocimiento de Dios que dice: “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6).

Recordemos el valor de la palabra de Dios para su pueblo: “…yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta” (Dt. 4:5-6). Y agrega: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6:5-7).

Es bueno que los jóvenes conozcan lo que Salomón pidió a Jehová en su preparación para servir, leamos: “… tú me has puesto a mí tu siervo por rey en lugar de David mi padre; y yo soy joven, y no sé cómo entrar ni salir. Y tu siervo está en medio de tu pueblo al cual tú escogiste; un pueblo grande, que no se puede contar ni numerar por su multitud. Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande? Y agradó delante del Señor que Salomón pidiese esto. Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido…” (1 R. 3:7-12).

          Los estudiantes, si no tienen la ayuda de Dios ni la comunión con sus padres, están en peligro de seguir las corrientes del mundo. Dios le dice a su pueblo: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. Y además, el amor al dinero es la raíz de todos los males.

 

La importancia de estudiar las Escrituras en familia  

En Timoteo se cumplió esta función con su abuela y su madre. Pablo le dice al joven, quien desde niño escuchó la palabra: “…los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados. Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”  (2 Ti. 3:13-17).

La palabra de Dios debe ser nuestro pan de cada día, junto con la oración de fe. Así, seremos guardados en el trabajo, en las aulas y en todo lugar. Debemos oír a Dios, haciéndonos conciencia en la necesidad de humillarnos para pedir perdón. Y conocer la importancia del bautismo en agua para rogar la presencia del Espíritu Santo, para que en las aflicciones o persecuciones, la palabra permanezca. Ya que los afanes de este siglo y el amor al dinero, impiden que demos fruto.  El fruto se dará cuando nuestra carne muera en sus deseos y pasiones, para que la simiente de la palabra fructifique y glorifique a Dios.

La sabiduría sin Dios termina en corrupción, leamos: “…habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios,  y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia (lesbianismo y homosexualismo)…” (Ro. 1:21-24).

Y concluimos, con lo que David nos dice: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Buen entendimiento tienen los que practican sus mandamientos…” (Sal. 111:10). Gracias Señor por darnos esta verdad que nos da libertad. Amén.