Me pregunto, hombres de este siglo: ¿Qué es el mañana? Pues el mañana, es la incierta posibilidad de una próxima oportunidad, que quizá se haga realidad en esta vida, aunque tal vez no para nosotros. No conocemos el futuro y apenas entendemos el presente. Y nos proyectamos al vacío de la ignorancia humana, sin saber si veremos aún la luz de un nuevo día. Corremos como a la aventura de proyectos prometedores, pero sin ninguna garantía a la postre. Prometemos y aun juramos por todo lo conocido y por Dios mismo, sin entender que él está arriba y nosotros, ingenuos y apasionados hombrecillos sin ciencia ni valores estables, en este cosmos de incertidumbre y falsedad en todo rango y nivel.

Todo lo que hay en el mundo, aunque se vea y se palpe, será siempre parte de una utópica vanidad, administrada totalmente por las potestades del maligno, para esclavizar la mente, cuerpo y alma de cada ingenuo; quien creyéndose sabio cada día, se ve delante de Dios como el más absurdo y necio de los seres creados. Leamos: “¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala…” (Stg. 4:13-16).

Estamos en el epílogo de una humanidad decrépita y arrogante, la cual vive del capricho de su mente imaginativa y rebelde, que pretendiendo ser igual o “superior” al mismo Dios, se erige ciudades fantasiosas como los parques artificiales de diversión irreal, en donde todo es esponja, algodón y siluetas animadas. Este es el siglo de los plásticos y desechables, lo inconsistente. Hay industrias transnacionales, dirigidas por irresponsables criaturas que con sus “geniales ideas”, contaminan y destruyen su ecosistema, creando caos en el equilibrio minuciosamente creado por el «Todopoderoso», nuestro Dios. Estas criaturas, compitiendo con el Creador, han llegado a los extremos del manoseo genético de las especies existentes, habiendo trastornado la naturaleza en sus principios de reproducción y herencia.

Sí, ¡se han creado frutas y verduras gigantes y vistosas! ¡Mamíferos y aves  comestibles, con engorde y crecimiento «súper rápido»! Alimentos exóticos demasiado azucarados con aditamentos y estimulantes adrenérgicos. Todos estos altamente refinados con formulas insólitas “muy agradables”, al gusto de la actual  “ciencia gourmet”. Que no es ni más ni menos, que la «concupiscencia culinaria», para satisfacer las mentes corruptas de desordenados, enajenados o insatisfechos comensales. Quienes asociados a inescrupulosos mercaderes, que quieren enriquecerse, cada día diezman la vida y la salud del hombre. Este se convierte en una víctima, como «conejillo de indias», quien “engulle” cualquier material elaborado inescrupulosamente, hasta de petróleo, cartón o desechos, con sabor. ¡Pervertido, pero real!

Como consecuencia de esta debacle, provocada por la mente humana, tenemos enfermedades raras, padecimientos inexplicables, virus y bacterias desconocidas, desórdenes y degeneración de la especie misma. Y llevamos aun “plástico micronizado”, plomo, pesticidas y venenos químicos, dentro de nuestras células, tejidos, órganos y sistemas, con la consecuente y cada vez mayor destrucción de lo que el hombre nunca creó. Leamos: “Reconoced que Jehová es Dios; El nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos…” (Sal. 100:3). Entonces, la fantasía materialista de un “mañana mejor”; de una tecnología aplicada eficazmente para beneficio; del final de las armas y la violencia; de la abolición del hambre y el placer a granel; será sólo un sueño inalcanzable para todo aquel que vive lejos de la presencia del Dios vivo y verdadero.

Si trasladamos toda esta realidad humana al contexto de lo espiritual, encontraremos un panorama igualmente frustrante. Ya que el hombre también se creó todo un sistema pensante y organizado para encontrarse con Dios. Y es así, como creó “la religión”, la cual entreteje para la humanidad una sombra de consuelo y esperanza. En su esfuerzo material de encontrarse con Dios, se encuentra con “dioses” basados en la ciencia humana: el dinero, el poder, la gloria, la vanidad, el intelectualismo, etc. Es allí entonces, en donde surge su más intrincada fantasía de un mañana mejor, de menos compromiso y más comodidad. Pero dice el Señor: “…separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:5).

Amados hermanos y amigos, si el pasado ya pasó y el futuro es incierto, sólo tenemos una alternativa efectiva y es: «vivamos el hoy con ¡ánimo pronto! en esperanza y fe». Leamos: “Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mt. 6:34). Dice además: “No te jactes del día de mañana; Porque no sabes qué dará de sí el día” (Pr. 27:1). Vivamos entonces el hoy, como si fuera el último día y la última oportunidad. Hoy busquemos legítimamente a Dios. Hoy pidamos perdón a nuestros hermanos. Hoy paguemos lo que debemos. Hoy visitemos al huérfano, la viuda, al enfermo, al preso. Hoy evangelicemos al mundo. Hoy demos nuestras ofrendas. Hoy oremos, clamemos, escudriñemos la palabra. Hoy busca la paz y síguela. Hoy santifiquemos nuestras vidas. Hoy tomemos nuestra propia cruz y caminemos confiadamente hacia el Gólgota juntamente con Jesucristo. ¡Porque el mañana es y será únicamente una fantasía lejos de Dios! Unámonos a los adoradores del hoy y seremos felices hoy y por la eternidad. Así sea. Amén y Amén.