Antes de introducirnos al contenido espiritual de la enseñanza, quiero ubicar comprensiblemente qué es un estado de ebriedad y quién es un ebrio. La ebriedad se aplica para describir un estado de intoxicación aguda, debida a la ingesta excesiva de alcohol. Esto altera las funciones cerebrales correspondientes al intelecto y aun las motrices; dando como resultado una incoordinación evidente de todos los sistemas. En tal estado, se pierde el pudor, la cordura, la educación adquirida, los principios y valores, “el juicio”, el   razonamiento y aun el sentido común. En cuanto más ingesta, mayores serán los efectos indeseables. Sin embargo, es interesante cómo todos a su alrededor ven sus acciones, conducta incorrecta y aun se burlan de él. Pero el ebrio, en tal condición es incapaz de entender su miserable estado.

Luego, lo que fuera transitorio, inicia una cronicidad lamentable. Esto llevará a efectos degenerativos e  irreversibles en la personalidad de la víctima, hasta la enfermedad física, pérdida de la autoestima y la fatídica muerte misma. Todo empezó con una actitud permisiva e “inocente”. Tal vez mediante un engaño o placer. Quizás con el ánimo de hacerse notar o socializar. Esto, con desconocimiento parcial o total del efecto pernicioso de aquella aventura fatal. Este mal es progresivo, invasivo y aun posesivo y satánico, al extremo de perder el dominio definitivo de todas sus facultades. ¿Y de qué murió? ¡Pues, por borracho! ¡Lástima, pero murió! Lamentablemente, esta víctima en su fracaso y frustración, en adelante se convertirá en victimario. Ya que con sus acciones estúpidas, afectará todo su entorno; siendo que en su egoísmo, destruirá aun a los que dice amar y esto es una verdadera realidad.

Después de esta amplia descripción, real y elocuente de un etílico, entremos a lo que espiritualmente nos interesa, y es: la alegoría con la que nuestro Dios enfoca el problema de la idolatría y la religiosidad. Esta, sutilmente es trabajada en lo más profundo “del intelecto y las emociones”, siendo estos conceptos, el elemento embriagante, como “el alcohol espiritual”, el cual penetra suavemente, causando sus efectos indeseables, y las Escrituras dicen: “Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la mistura. No mires el vino cuando rojea, Cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; Mas al fin como serpiente morderá, Y como áspid dará dolor. Tus ojos mirarán cosas extrañas, Y tu corazón hablará perversidades” (Pr. 23:30-33).

Satanás ha empleado a través de los milenios, muchas formas de engaño para inclinar el corazón del hombre a la idolatría. Y más específicamente a la egolatría, la cual elimina a Dios en lo más íntimo y sabio; sustituyéndolo por: “ídolos muertos”. Para ello ha creado cualquier diversidad de religiones, las cuales hablan de Dios. Pero mediante “dioses” a los cuales ama y venera, ponen su destino y esperanza en aquellos, que siendo tiestos de metal, piedra, madera u otros, les da figura con su arte y luego de haber estado en el suelo, formarán lo más importante de su culto. Y no sólo esto, la estrategia es cada vez más imperceptible. Ya que la gama de ídolos que incluyen el dinero (dios Mammón), se evidencian en todas las religiones que dicen promover a Dios. Pero que en realidad, su nombre sólo es utilizado como amuleto o estandarte de una causa justa, no dándole el valor exclusivo y excelso, que sólo él merece de parte de sus criaturas  (ver Isaías 44:14-20).

La corriente amazónica de la religión es tan grande, que pareciera que no se mueve. Pero al final, todo desembocará en el mar de la perdición y angustia, que será el infierno mismo. Entonces, toda religión entra como el vino: suavemente y mediante provocaciones sensuales diversas, va evidenciando sus efectos agudos y crónicos. Y en ellos, se desbalancean los verdaderos valores espirituales. De allí, que es el mismo culto o convite el que se convierte en trampa y lazo. Porque mientras éste se realiza, el hombre sale de su cordura espiritual, en los principios que el verdadero Dios dejó para vida (ver Romanos 11:9-10).

Es triste y lamentable, el cuadro de desatinos que se da en la vida de los ebrios religiosos. Ya que mediante una actitud de autosuficiencia por mucho conocimiento de letra, diversidad de activismos, o un sin número de prácticas humanistas y cultos a la misma diosa ciencia, se realizan dentro de un marco de grandeza. Y menosprecian el conocimiento verdadero de Jesús-Cristo, quien en la belleza de una “humildad y obediencia”, nos hace entrar en la cordura de lo que es la voluntad del altísimo. Y nos muestra la borrachera religiosa de todos aquellos “grandes líderes” de esa época, al poner al descubierto la maldad, injusticias, desatinos, vanidades y aprovechamiento hacia las clases sociales, para ellos inferiores.

¡Sí, Jesucristo marca en una sobriedad plena, una nueva ruta de salvación fuera de toda religión! No sólo ideología, sino praxis del evangelio. Y se proyecta a buscar prospectos escogidos por Dios, para formar un pueblo justo, leal, dispuesto a obedecer humildemente y a creer en “el menosprecio de sí mismos”. Y que una actitud de amor y obediencia, es la única ruta para alcanzar los valores eternos que Dios quiere compartir con los suyos, los redimidos por la sangre del único Cordero ofrendado en justicia para justificar nuestras vidas para siempre.

Amado hermano, no de allá afuera, sino de aquí adentro, en medio de nuestra congregación. A ti “Avivando La Fe” y los que quieran aún oír, tal vez dentro de esta misma comunidad: estamos libando del vino de la religiosidad y dando también a nuestros hijos y cercanos. Y como fruto, la embriaguez de mucho pueblo, mediante actitudes de desatino en cuanto al seguir la voluntad de Dios; ya que al no ver ni oír lo más elemental acerca de: “discernir el pecado”, vamos de picada, entregando lo más preciado, nuestra alma, rumbo al naufragio espiritual. ¡Pecando y pecando más! Sin percibir ni reaccionar ante el mundo y sus placeres, éxitos, deseos, molicie, etc. Y como ebrios, sin darnos cuenta que Cristo se quedó ya muy lejos para muchos y junto con él la única esperanza de salvación.

¡Señor, haznos regresar a la sobriedad, quita esta cruel borrachera, para que más que cultos y práctica de “obras muertas”, lleguemos a entender tu voluntad perfecta! ¡Sálvanos Señor te lo ruego! Sí Señor. Ten misericordia. Es un humilde, pero enfático ruego. Así sea. Amén y Amén.