Los pensamientos del hombre que no conoce a Dios han sido y seguirán siendo para hacer el mal. Porque todo el mundo está bajo el maligno, quien vino a matar, robar y destruir. Las Escrituras mencionan que en aquel día, muchos dirán: «Señor, en tu nombre profetizamos, echamos fuera demonios e hicimos milagros. Pero él responderá: nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad». Esto confirma la parábola del sembrador, en donde hay cuatro clases de personas que oyen la palabra; tres no entendieron para cambiar su vida, sólo una oye, entiende, recibe y vive la palabra para salvación y vida eterna.

En la congregación, donde se lucha por avivar la fe, tenemos tres servicios congregacionales, reuniones para estudios especiales, así como eventos para compartir la doctrina a nivel nacional con extensión a países vecinos, actividades con atención a los pastores y aparte, la atención a los colaboradores procedentes del país, más las congregaciones que residen en El Salvador, San Pedro Sula, Honduras, en el Norte y otros países que se enlazan por internet.

En cada congregación se dan enseñanzas a hermanos adultos, hermanas y jóvenes, más la atención a los pre-juveniles de doce a dieciséis años. Un grupo de niños de siete a once años. Y los más pequeños de cuatro a seis años. Se les instruye para salir al mundo, donde conviven de lunes a viernes con educadores y estudiantes que no confían en Dios. ¿Cuál será la forma para que los hijos de nuestros hermanos no caigan o no pierdan la doctrina recibida (60 minutos a la semana)? Pablo nos recomienda y dice: “Despiértate, tú que duermes (…) Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos” (Ef. 5:14-15).

 

La importancia de enseñar la doctrina en el hogar

Es más efectivo enseñar en casa a dos o tres, que a cincuenta, en sesenta minutos. Esta técnica no requiere material didáctico, se enseña y se corrige en el camino. En el momento, lo más efectivo será cuando las palabras de papá o mamá, se conviertan en actos que hacen lo que a Dios agrada. Siendo obedientes a la palabra, que nos mueve a amar y servir a Dios, como lo que oímos en las reuniones congregacionales. O por la enseñanza obtenida de escudriñar las Escrituras como el pan que Dios da cada día a sus hijos. Recuerda que la palabra es útil para corregir e instruir en justicia a fin de que el hombre de Dios esté preparado para toda buena obra. Y para crecer en fe, en amor y esperanza.

Dios no hace acepción de personas y creo que todos los hijos de Dios, hemos visto los cambios que nuestro Creador produce. Hemos visto cómo hombres y mujeres dejan el mundo y siguen a Cristo. Hemos visto a padres, parientes o maestros, cambiar los negocios lucrativos por llevar el evangelio a las aldeas; viajando sin vehículo, de noche, con frio o bajo la lluvia, para llevar las buenas nuevas del evangelio. En esto vemos que se atendió a la invitación que Dios hace a todos sus discípulos: niégate, toma tu cruz cada día y sígueme.

Dios le dice a su pueblo: “…guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos” (Dt. 4:9). Entendamos, Dios no ha cambiado, él habla a sus hijos: “Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, Y no dejes la enseñanza de tu madre; Atalos siempre en tu corazón, Enlázalos a tu cuello. Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán; Hablarán contigo cuando despiertes. Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, Y camino de vida las reprensiones que te instruyen” (Pr. 6:20-23).

Reflexionemos: ¿Qué se habla en casa? La doctrina que oímos en la congregación es buena. Pero dará mejor resultado, si se hace en casa con la familia, en donde el nuevo nacimiento y el bautismo, ayudarán a entender y vivir la palabra de Dios. Timoteo recibió una fe auténtica de su abuela y de su madre, y el apóstol Pablo le recomienda: Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina, haciendo esto te salvarás a ti y a los que te oyeren. Si tenemos doctrina y damos doctrina, veremos frutos en la congregación y en el hogar, para decir: Yo y mi casa serviremos a Jehová. ¿Quieres bendiciones? Leamos: “Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes” (Dt. 11:18-19).

         Pidamos a Dios vivir en amor y en unidad, para enseñar a los niños y jóvenes en la casa de Dios. Pero enseñemos en casa, como para dos o tres, un poco cada día. Porque la enseñanza se hace con pocos. El Maestro enseñó a doce y hubo uno que no entendió. No olvidemos que para entender y hacer viva la doctrina, hay que nacer de nuevo y ser renovado cada día con la palabra y el Espíritu de Dios. “Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7:19-20). Amén.