A pesar del avance de la ciencia moderna, el cerebro sigue siendo un campo de estudio que encierra muchas incógnitas y misterios. En este complejo y fascinante sistema, que representa el centro motor de los pensamientos y conductas del hombre, se encuentran más de ochenta mil millones de neuronas (en el cerebro), las cuales interactúan creando conexiones entre ellas para conferirle al hombre la capacidad de la memoria. Almacenando recuerdos que pueden ser traídos al momento de ser necesitados.

Esta maravilla de la creación Divina es tan vital para usarla como herramienta útil en el momento de necesidad del hombre. De acuerdo a las diferentes circunstancias de la vida, el hombre puede evocar oportunamente esos recuerdos almacenados en su memoria y de esta manera aprovecharlos para resolver la situación que vive en ese momento.

Quiere decir que no hay excusa para no recordar las cosas que nos han sido enseñadas. Pero hay que tomar en cuenta que lo que se recuerda está muy de la mano con la importancia que yo le asigno a lo que debo almacenar en mi memoria;  y éste es el detalle que muchas veces falta en mi frecuente oír. Escucho superficialmente, con indiferencia o menosprecio. Y si supiéramos que la fe viene por el oír pero: ¿qué oír? o ¿cómo oír?: “Así que la fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Parafraseando esto, diríamos: “Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje de Jesucristo, y el mensaje que se oye es la palabra de Dios” (Léase Romanos 10:17). Y dice la palabra de Dios que “…sin fe es imposible agradar a Dios…” (He. 11:6).

Mis queridos hermanos, si la fe es tan importante y ella se alimenta de lo que oigo de la boca de Dios ¿por qué no le damos la importancia vital al hecho de leer y oír la palabra de Dios? Ojalá esas ochenta mil millones de neuronas, funcionaran orientadas a atesorar las palabras que vienen de Dios para su pueblo. Muchas veces nos preguntamos: por qué vienen las aflicciones, enfermedades, calamidades, infortunios, fracasos, etc. ¿Será porque no estamos tomando en cuenta a Dios en nuestras decisiones? Dice su palabra: “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos” (Dt. 4:9).

El gran rey David encontraba el origen de su paz, su libertad y su gozo en deleitarse en las palabras del Señor: “Mucha paz tienen los que aman tu ley… Guardaré tu ley siempre, para siempre y eternamente y andaré en libertad… Y me regocijaré en tus mandamientos los cuales he amado” (Sal. 119:165, 44, 45, 47).

 

 

 

Consecuencias de olvidarse de Dios

No cabe duda de que el principal interesado en que el hombre no le dé importancia a la palabra ni al oír las cosas de Dios, es Satanás. Pues él sabe perfectamente el beneficio que tiene el oír atentamente la voz de Dios. Por lo tanto, dirige su principal atención a que el hombre se distraiga, aun estando en la iglesia, para que después olvide con facilidad lo que “supuestamente oyó”, por eso dice la palabra: “…no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace” (Stg. 1:25).

Dios recomienda a su pueblo lo siguiente: “Cuídate de no olvidarte de Jehová (…) que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre (…) Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder (…) Mas si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios (…) yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis (…) por cuanto no habréis atendido a la voz de Jehová vuestro Dios” (Dt. 8:11-20). Dice el Señor: “Los malos serán trasladados al Seol, todas las gentes que se olvidan de Dios” (Sal. 9:17).

            ¿Por qué tener que sufrir la dura consecuencia de olvidarse de nuestro buen Dios y de las palabras de su Hijo Jesucristo, teniendo tantos testimonios de aquellos que sus vidas han sido atravesadas de muchos dolores? ¿Por qué sufrir lo que Israel sufrió, por la dureza de su corazón y oír con oídos engrosados? Leamos: “Voz fue oída sobre las alturas, llanto de los ruegos de los hijos de Israel; porque han torcido su camino, de Jehová su Dios se han olvidado” (Jer. 3:21). ¡Cuidado hermano! Nunca lo olvide: escriba las palabras de Dios en su corazón, medite en ellas de día y de noche, aun cuando duerme que ellas adornen sus sueños.

Acuérdese” de su creador en los días de su juventud… Cuando su alma siente que desfallece “acuérdese” de Jehová y él oirá su oración (Léase: Jonás 2:7). Y concluyamos con palabras del hombre conforme al corazón de Dios: “Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios “tendremos memoria” (Sal. 20:7).  Roguemos con todo el corazón que el Espíritu Santo nos recuerde todo lo que Cristo nos ha dicho.  Que Dios les bendiga.  Amén.