“He aquí que Jehová vacía la tierra y la desnuda, y trastorna su faz, y hace esparcir a sus moradores” (Is. 24:1). La falta de un mensaje profético, serio, exegético y sobre todo espiritual, no le permite al hombre actual, percibir el enorme e inminente peligro que se avizora a corto plazo; que viene por delante de esta generación. Desde tiempos antiguos, nuestro Dios se ha preocupado por anticiparle al hombre los acontecimientos venideros, para que la humanidad cambie lo que tenga que cambiar en su vida ordinaria y espiritual. Desde temprano y sin cesar Dios ha enviado sus mensajeros. Y todo esto ¿por qué? leamos: “…Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; (y pregunta el Señor) ¿Por qué moriréis…?” (Ez. 33:11).

¿Por qué te empecinas en autodestruirte? Yo me hago la pregunta: ¿quién en su sano juicio se haría daño a sí mismo, o buscaría el sufrimiento o el dolor intencionalmente? Existen personas anormales o con trastornos psicológicos que los llevan a hacerse daño a sí mismos, pero se entiende que son anormales. Pero tú mi querido lector, y el que oye la enseñanza basada en este artículo: ¿te harías daño intencionalmente? Considero que no. Entonces ¡oigamos la voz de Dios para que vivamos! Me temo que la paciencia de Dios se agota y su juicio se acerca.

Dios barrerá todo rincón del planeta. No perdonará estratos sociales ni rangos de jerarquía. Así como acontece al pueblo, también al líder religioso, sea cual fuere su religión. Así como al obrero, también al patrón. Así como al criado, también al amo. Así como al que compra, también le acontecerá al que vende. En los ámbitos macro económicos será igual. Así como al millonario, también al que no tiene mayor riqueza. No habrá refugio para el pecador ni escudo que lo proteja. La tierra se ha corrompido, enfermó nuestro planeta; los hombres lo han enfermado, lo han diezmado y destruido. Enfermaron los altos pueblos de la tierra, esos que llaman PAÍSES DESARROLLADOS.

Sí, la tierra se contaminó bajo sus moradores, los cuales no tuvieron piedad de ella. Es tal la locura y voracidad de su avaricia, que no se dan cuenta que están destruyendo el único posible lugar donde existe vida. Los hombres, influidos por Satanás, traspasaron las leyes que Dios dejó. Quebraron el equilibrio de la naturaleza y ahora se alarman por las cosas que están viendo; y esto sólo es “el principio de dolores”. Quebraron el pacto sempiterno y no han tomado en cuenta a Dios en sus caminos. Por esta causa la maldición consumió la tierra y sus moradores verán desolación y angustia. La alegría y el son de la música desaparecerán del contexto humano. La humanidad será reducida por muchas circunstancias. Aunque parezca exageración, la alegría será desterrada de la tierra.

Dice su palabra que: “trastornará” la faz de la tierra, temblarán los cimientos de la tierra, en gran manera será conmovida la tierra, temblará como un ebrio y su geografía actual será modificada, será removida como una choza. Pero el juicio también alcanzará a los ejércitos satánicos que habitan en los aires. Y sobre la tierra, los reyes y príncipes también recibirán su castigo. Mi amado hermano: ¿te parece exagerado todo lo que has leído y oído? Lo mismo pensaron los hombres pre-diluvianos y tristemente fueron testigos oculares del diluvio. Igualmente los habitantes de Sodoma y Gomorra fueron testigos oculares del fuego que cayó sobre ellos. Igual aconteció a los israelitas que oyeron al profeta Jeremías. Se burlaron de él e intentaron matarlo; y fueron testigos oculares, sufriendo en carne propia el dolor del terrible y sanguinario cautiverio babilónico. Y así, podría seguir enumerando los tristes ejemplos que la palabra de Dios nos pone, para que no nos acontezca lo mismo.

 

La puerta de escape

Dice la palabra de Dios: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones…” (2 P. 1:19). Bueno, ahora toca nuestro turno. ¿Qué harás tú con el mensaje profético de Dios, ante tan grande nube de testigos? ¿Crees que escaparemos, si descuidamos una salvación tan grande? La respuesta es tuya. La invitación del Espíritu de Cristo es que nos agarremos bien de esa antorcha que alumbra. Las tinieblas caen muy densamente sobre la humanidad, nadie quiere obedecer la palabra de Dios. Muchos quieren creer en él, pero muchísimos no creen lo que él dice. Están dispuestos a asistir a las iglesias para divertirse a su manera, pero no para inquirir en su santa palabra, de tal manera que los impulse a una vida santificada para Dios.

“Yo soy la puerta”, dijo el Señor Jesús a sus discípulos. Él es el camino; él es el único intermediario entre Dios y los hombres; y él también, no quiere la muerte del impío, él quiere que viva. A tal extremo nos ama, que dio su vida en rescate por cada uno de nosotros, sin importarle nuestro pasado; lo que hayamos hecho, por muy malo que sea, no puede impedir que seamos alcanzados por su gracia. Lo único que pide es que nos arrepintamos de nuestros pecados y lo reconozcamos como nuestro único Salvador; y que seamos mansos y humildes de corazón, no haciendo nuestra propia voluntad. Oro porque nuestros corazones sean tocados por la gracia del Señor Jesús y no perezcas juntamente con esta generación que lo ha rechazado. Que Dios te bendiga. Amén.