Al observar a la humanidad y su conducta sobre la faz de este mundo, no podemos pasar desapercibida sus tendencias y vicios. Es así, como hoy estudiaremos: “sus obsesivas ansias de poder”, las cuales son manifiestas desde tempranas edades, en donde, al ver simplemente jugar a dos “inocentes niños”, habrá quien quiera ejercer dominio, en aquello. Estableciendo sus propias reglas y normativas, las cuales habrán de manifestarse bajo simples expresiones. Y progresivamente, de acuerdo a sus posibilidades y fuerza, ganará astutamente el control parcial o total de la situación. De no lograrlo diplomáticamente, usará astucias, engaño, manipuleo físico y emocional, hasta llegar a la fuerza bruta, mediante la violencia en diversas formas y manifestaciones.

De no conseguir sus objetivos se asociará con alguien más, pero sin perder su visión de alcanzar “él y sólo él” -el máximo poder-, para convertirse en amo y señor. Tomando para sí esclavos y enajenados súbditos, los cuales le darán pleitesía y honor, elevándolo de categoría, hasta llegar a ser: el plenipotenciario, en un imperio de: “su juego de canicas”. ¿Absurdo? Pues no. Cada hombre, niño o adulto, en esa perversa idea, luchará de cualquier manera por construir su propio círculo de poder y dominio. Y bajo esa filosofía, tratará de buscar en su entorno su propia área de juego, para realizarse en su personal fantasía, que no es ni más ni menos que eso. Se apropia del balón o canica mayor e impone su legislación inmisericorde: ¡O se hace como yo digo o me llevo la pelota y se acabó el juego!

Los incapaces de crear o adquirir otro juego, terminarán accediendo a los que llevan el poder, por humildad o por evitar contienda; constituyéndose en verdaderos esclavos de los hombres, leamos: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis…?” (Ro. 6:16). Todo lo anterior parecería algo infantil, pero más que esto, es la realidad de todos los hombres que aunque ya adultos, conservan dentro de su yo propio, el querer hasta el último momento de su vida dominar su entorno y circunstancias; para quedar en medio como el mayor, el más inteligente y el que “realmente manda” y dice la última palabra. Y el mundo se ha encargado de crearles títulos y altares de honor, en donde engañosamente puedan brillar a costa de cualquier precio.

Luego todos los súbditos, del ahora “poderoso”, se habrán de postrar para que este les asigne ciertas cuotas de poder, sin alterar ni poner en riesgo su imagen, la cual debe de mantenerse firme e imponente. Si alguien se opone habrá que expulsarlo del sistema establecido. Además de esto, cada súbdito exaltará hipócritamente al líder, retroalimentado con esta actitud su orgullo y vanidad, llegándose a constituir en un “diosito”, el cual crecerá tanto hasta el extremo de la locura. Estas expresiones parecieran absurdas, pero la vida y la historia desde sus anales, nos confirman que todos los sistemas de poder y gobierno trabajan bajo el mismo método.

Me llama la atención una célebre frase de los nobles antiguos, refiriéndose al poder, así: “el derecho divino de los reyes”. ¿Y qué significa esto realmente? Que los hombres en su afán de alcanzar el poder, involucran al mismo Dios como cómplice y como una amenaza a los hombres: “Nadie nos toque para no tener problemas con Dios”. Es así como los reyes de este mundo, han sido aliados con todas las religiones del mundo hasta el día de hoy. En donde astutamente los sacerdotes, clérigos o pastores cristianos, amenazan a la grey, para que den y den, aprovechándose de todos y cada uno. Siendo verdaderos mercaderes de la fe, comerciando con las almas y saqueando los bolsillos del pueblo bajo verdaderas infamias y tácticas como: las doctrinas de la prosperidad y otras. Sí, prosperidad para aquellos “reyes religiosos”, que subyugan poderosamente a sus fieles y súbditos, constituyéndolos en verdaderos: “HOMBRES ESCLAVOS DE HOMBRES”.

Triste. Pero real y verdadero; pues, mientras en las iglesias hay viudas y necesitados, física y espiritualmente, los “pastores magnates” en aviones privados, hoteles de lujo y cobrando jugosamente la obra y prédica de la palabra de Dios, cuando Jesús encargó: “Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; DE GRACIA RECIBISTEIS (sin costo), DAD DE GRACIA (sin cobrar)(Mt. 10:7-8). No cabe la menor duda que estamos en los últimos días, en donde la poderosa obra de engaño se agudiza; siendo las fauces de las religiones las que más intensamente devoran a sus víctimas, constituyéndolos en verdaderos esclavos de hombres, leamos: “…y por avaricia harán mercadería de vosotros, con palabras fingidas…” (2 P. 2:3).

Qué importante es que la iglesia verdadera de Cristo, abra ya sus ojos al espíritu de error que gobierna el mundo, incluyendo las religiones. Y que mediante el conocimiento de esta palabra de justicia y verdad, podamos ser “verdaderamente libres”, desechando todo perverso manipuleo humanista. Recibí en uno de mis viajes, a una joven mujer ¡muy asustada! Ella me manifestaba su admiración y aprecio a la palabra que ha oído de nosotros. Y hablando con su pastor, le dijo que sentía el cambiarse con nosotros. Pero luego, con un fuerte regaño, el pastor le condenaba diciendo: ¡Usted aquí nació y aquí ha crecido, usted que se va y recibirá maldición de parte de Dios! -¡Tengo miedo!- Expresó ella, no sé qué vaya a pasar.

¡Paz y gozo sea de continuo mi amigo y hermano! Porque Cristo a libertad nos ha llamado. Liberémonos de todo dominio de hombres esclavizantes, verdugos de las almas, y sometámonos voluntaria y razonablemente, al verdadero: A Cristo, “el Rey de Reyes y Señor de Señores”, ante el cual toda rodilla se doblará y cada hombre confesará que es Dios. El nos dará adicionalmente, el gozo de nuestra salvación. ¡A él sea toda gloria, honor y poder por siempre y hasta la eternidad! Así sea. Amén y Amén.