Hay una impresionante profecía, contenida en el libro de Apocalipsis, que advierte del tremendo juicio que le depara a toda la humanidad, que busca y aparentemente encuentra en las cosas materiales, su  satisfacción. Pues definitivamente se vuelven adoradores y esclavos de los deleites y placeres que ellas producen. Sustituyendo de esta manera, todos los valores espirituales que pertenecen a Dios y a la vida eterna. Leamos: “…Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero…” (Ap. 14:9-10).

         La dependencia que produce lo material en la vida del hombre, más los falsos ofrecimientos de seguridad, salud y buena vida, hacen que el hombre le crea más al diablo que al mismo Cristo, quien es el dador y formador de la vida. Satanás no puede dar ni prolongar la vida. Cristo Jesús sí puede, pues no sólo sana cualquier enfermedad, si esta es su voluntad, sino también tenemos la seguridad que: “… [nuestra] vida está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:3).

Si de algo debemos estar seguros es que todas las cosas materiales están sujetas a ser destruidas. Todo, absolutamente todo. Comenzando por nuestro cuerpo terrenal, que no es más que polvo de la tierra. Y luego todo lo que existe. Por muy duro, fuerte y permanente que parezca, todo lo que pertenece a este mundo y al universo que nos rodea, el cual hoy vemos y conocemos en parte, será «deshecho» (lea 2 Pedro 3:11). No quiero ser alarmista ni amarillista, pero tampoco quiero ser indolente ni mucho menos negligente.

Dios ha dejado a su iglesia sobre esta tierra para anunciar su santo evangelio, que son las buenas nuevas de esperanza y salvación, mediante el perdón y absolución de nuestros pecados por medio de la muerte de Jesús en la cruz. Y también a predicar ese mensaje de advertencia a toda la humanidad, lo crean o no lo crean. Dios no nos envió a convencer al mundo, sino a predicar y a pregonar su palabra. Para que de esta manera el hombre oiga y se arrepienta de su fugaz vida material, a la cual se aferra, como que si de ella dependiera su existencia. Dijo el Señor Jesús a sus discípulos: “…Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lc. 9:23).

Cuando somos incapaces de renunciar a las cosas materiales y aun a nuestra propia vida llena de vanidades y suntuosidades, estamos dando vida a la bestia. Que es el sistema organizado por las fuerzas diabólicas para destruir al hombre. Y le damos presencia y poder a su imagen, y con esto evidenciamos tener la marca de ella en nuestras manos y frente.

La mediocridad de la fe de la iglesia moderna, la lleva a admirar el sacrificio de Cristo Jesús, pero no están dispuestos a permanecer “juntamente con Jesús en la cruz” (lea Gálatas 2:20). Quieren tener victoria, pero sin pelear la buena batalla de la fe (lea Lucas 22:28-29). Quieren sentarse a la mesa sin haber trabajado (lea Apocalipsis 22:12). Quieren ser hijos sin haber nacido de nuevo (lea 2 Corintios 5:17). Quieren ser oídos por Dios, pero ellos no oyen a Dios cuando él les habla (Isaías 59:1-3). Quieren ser llenos del Espíritu Santo, pero sin dejar de ser odres viejos (lea Lucas 5:37-38). En fin: “Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él…” (2 Ti. 2:11).

Todo esto provoca la ira de Dios sobre los pecadores y religiosos, los cuales beberán el vino de la ira de Dios y serán atormentados día y noche, por los siglos de los siglos. Mi querido hermano: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Ap. 14:12). Sí, para guardar los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, la cual implica pruebas, aflicciones, enfermedades, escaseces, tribulaciones, etc., es imprescindible la paciencia, que nace de una fe poderosa en Dios y en su Hijo Jesucristo, leamos: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Ap. 12:11).

¡Vamos pueblo santo! Que no se debilite tu fe. Que no se debilite tu esperanza. ¡Cobra ánimo en el nombre de Jesús! Su poderosa mano está extendida en favor del débil, del pobre y del menesteroso. Abre tus oídos y escucha la voz de Dios antes que sea muy tarde. No permitas que Satanás te marque. Escapa de las trampas que el enemigo tiende para que tu pie resbale o tropiece. Todavía la voz de Dios se  deja oír, y el que le oye y atiende a su llamado, alcanzará la salvación y la vida eterna. Como dice la alabanza: «No basta sólo con cantar; no basta sólo con decir; no es suficiente sólo con querer tener; es necesario morir».

Recuerda que estamos en el mundo, pero éste no es nuestro hogar ni destino, somos extranjeros, vamos de paso, nuestra ciudadanía es celestial, si tú eres un verdadero hijo de Dios. Dice el apóstol Pedro: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” (2 P. 3:11-12).

Entiendo que muy pocos logran percibir la voz de Dios y siguen en su ceguera espiritual, incapaces de dar valor a las profecías de Cristo Jesús. Hay muchos líderes espirituales que son ciegos, guías de ciegos, cuyo fin será la perdición eterna. Pero nosotros no somos como ellos, o debería de decir: no debemos ser como ellos. Muestra a Jesús a través de tu vida. Exhíbelo para la gloria de su nombre. Que Dios nos ayude con su poder hasta el final de la carrera. Amén.