El mundo está bajo el maligno. Ya que desde el principio, engañó a Eva, diciéndole que no morirían al comer del árbol de la ciencia de bien y de mal; y si comían, serían como Dios, sabiendo el bien y el mal. Por eso, el Señor vino para darnos otra oportunidad de vida. Y está escrito: el que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que no cree, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él  (léase Juan 3:36).

La promesa de que el hombre será como Dios, se confirma al saber: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4). El orgullo es el fruto que cosechamos por la educación o instrucción recibida en casa. Y se va estimulando en el medio que nos toca vivir fuera del hogar. Pues para completar la formación de casa, acudimos con personas estudiadas, especializadas en cada nivel educativo. Y a mayor nivel de enseñanza, habrá mayor intensidad de esfuerzo, que requerirá el apoyo de los padres y de los compañeros de estudio. Y este tipo de apoyo nos contagia del deseo de saber más del mundo y las glorias vanas.

En esta etapa se busca satisfacer los deseos de la carne y nos afanamos, limitando o anulando el tiempo para conocer a Dios y mucho menos el amar nuestra alma y valorar el sacrificio en la cruz. La palabra nos dice que: el que ama la ciencia, añade dolor; y que no hay necesidad de muchos libros. El dolor es la consecuencia de los fracasos que produce el perder grados de estudio, la carrera, el diploma, etc. Y esto se mitiga con estimulantes y drogas que afectan los nervios y el corazón. Hay casos fatales, al grado de morir o quitarse la vida, al saber la pérdida del examen para culminar una carrera.

Un ejemplo real, es el de un pastor, que admirado por sus pláticas a la juventud, se motivó para sacar su licenciatura en psicología. Esto lo llevó a un esfuerzo por atender dos ciencias incompatibles. Al culminar su carrera, entusiasmado por el grado universitario, personalmente llevaba las invitaciones, y Dios -que da la vida y la quita- truncó el afán de ser mayor que los demás. Otro joven, dejó su comunidad para sacar su nivel medio. Era de pocos recursos. Su testimonio los tres primeros años eran positivos. Bajo su almohada tenía su Biblia. Fue destacado en los estudios y era deportista. Los dos últimos años se desvió de lo espiritual, no así de los estudios. Terminó la carrera, pasó a la universidad trabajando y estudiando para obtener el grado académico de médico veterinario y zootecnista. Previo a la graduación, el tractor que manejaba volcó y ya no tuvo graduación, sólo once años de estudio. ¿Por qué el Señor no le permitió recibir la gloria terrenal?

Dios a su pueblo nos dice: “…guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe…” (1 Ti. 6:20-21). Recordemos que el injusto se enorgullece, mas el justo por la fe vivirá. Sin Dios, somos injustos y toda injusticia es pecado; y la paga del pecado es la muerte. Si nosotros no instruimos a los niños, su adolescencia y la juventud serán vanidad y aflicción de espíritu.

Analicemos lo que Dios le dice a Israel: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6:4-7). El Señor repite el mandamiento a un intérprete de la ley y agrega: “Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt. 22:39).

¿Estamos haciendo esto con nuestros hijos y nietos? Si no lo hacemos, no amamos al prójimo, por los afanes, por el amor al dinero o por ególatras. ¡Señor ayúdanos! La palabra dice a los creyentes: “…perecerá la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos” (Is. 29:14). Esta verdad la vivimos, ya que en estos tiempos del fin, la ciencia ha aumentado. Hoy los niños están felices porque la ciencia la tienen en la mano o en el bolsillo. Y este adelanto tecnológico, ha provocado la degeneración moral, como lo muestra el crecimiento de violaciones, embarazos en niñas, más el homosexualismo. Y en las congregaciones, el conocimiento de Dios se puede estar dando, pero sin entendimiento por el receptor, no hay fruto. El sembrador tira la semilla, pero el resultado positivo ¿cuánto da?

El Señor no cambia, su palabra es firme y nos dice: “…si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia, Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; Si como a plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros. Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia” (Pr. 2:1-6). Señor, ayúdanos a ser temerosos de tus juicios. Reflexionemos: como líder de hogar, como parte de una congregación o centro de estudio, qué frutos se ven ¿Hay amor, hay unidad, hay comunión? Que el Señor nos ayude. Amén.