Finalizó un año más. ¿Qué obtuvimos como familia este año? Los que nacieron, por ser niños esperan lo que Dios hará, al ser dependientes de sus padres. Los niños, influenciados por la comunidad que nos rodea, comienzan inquietos porque los padres no dejan tiempo para ver por ellos o por la nutrición del infante, por ejemplo. Las estadísticas muestran que en nuestro país la desnutrición es severa, con pronósticos lamentables. Los adolescentes, por el vínculo a los centros educativos, se afanan por las exigencias de los maestros y padres para superarse en el área académica, con miras de llegar al final de una carrera profesional que les permita graduarse, para comer, beber y vestir.

Todo parece bien, pero qué frutos esperamos de esta generación. Si somos parte de la iglesia, qué función esperamos de los jóvenes y las señoritas de nuestras familias. Como iglesia hemos realizado en estos días, eventos de valor espiritual para llegar a la vida eterna. Hemos tenido estudios con niños, adolescentes y jóvenes; y para nuestro Retiro General ampliamos lo que significa llegar a la eternidad. De gran importancia será entender esa visión como familia, para continuar en los hogares con el tema. Porque si no hemos muerto al pecado, esto no se dará.

Pablo nos dice: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? (…) Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dadiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:3 y 22-23). Si nuestra vida no es para esta bendición, es de urgencia entender y buscar el nuevo nacimiento y el bautismo en Cristo. Puede darse que, por falta de entendimiento, no hagamos lo que Dios dice a su pueblo, pero en su palabra encontramos: “…y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:32).

Pablo dice: “…No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Ro. 3:10-12). No hay temor de Dios delante de sus ojos. Dios declaró también: “…todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá…” (Ec. 3:14). Para mostrar su gracia y misericordia a judíos y gentiles, Dios envió a su Hijo para que todos los que le creamos no nos perdamos y encontremos la paz y la inmortalidad. Porque ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a la luz, la vida y la inmortalidad por el evangelio.

No olvidemos que Dios nos da de gracia, para que de gracia demos: su amor, su fe y la esperanza de la vida eterna. Salomón nos declara: “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Ec. 11:9). El juicio es: para condenación o para vida eterna con Dios. Salomón también añade: “Ahora, hijo mío (…) el mucho estudio es fatiga de la carne (…) Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Ec. 12:12-13). Recuerda: Dios traerá toda obra a juicio.

 

Dios es luz

El mundo está en tinieblas, pero la luz, en las tinieblas resplandece. Tuvimos un pasado sin Dios, sin fe y sin esperanza. Éramos tinieblas, mas ahora con el Señor y con su palabra, alumbramos por las obras de amor. Tenemos esa paz que el mundo no conoce. Recibimos la palabra y el entendimiento del Señor que nos dice: “…Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas…” (Jn. 8:12). Al confesar nuestros pecados, recibimos el perdón para salir de la sombra de muerte. Porque en él estaba la vida, y la vida es la luz de los hombres.

Si andamos en luz como él está en luz, tendremos comunión en las reuniones de la familia de la fe. Si estamos en él y él en nosotros, podremos ministrar amor y temor a Dios, en las reuniones del hogar, en donde debemos compartir con los adolescentes y jóvenes que dedican tiempo para estudiar o trabajar, en medio de presión, con personas que no tienen el espíritu de amor y temor que nos da la palabra y las prédicas, máxime en este tiempo del fin, cuando el amor se enfría y la ciencia aumenta. Por eso necesitamos la fe que viene por oír la palabra de Dios y se fortalece en casa, como lo hizo la abuela y la madre del joven Timoteo, quien también recibió el Espíritu de Dios, que nos da: poder, amor y dominio propio.

Recordemos la experiencia de Israel: “…guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos (…) para que yo les haga oír mis palabras (…) para temerme todos los días (…) y las enseñarán a sus hijos…” (Dt. 4:9-10). Roguemos entender lo siguiente: “…He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, Y el apartarse del mal, la inteligencia” (Job 28:28). “…Buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos…” (Sal. 111:10). Hermano, vivamos el consejo y esperemos la venida del Señor para llegar a los cielos nuevos y tierra nueva donde mora la justicia. Amén.