El evangelio llegó a Guatemala hace más de 100 años. Las condiciones socioconómicas no eran caóticas; los recursos naturales se gozaban: ríos y lagos limpios con alimentos para el hombre, el aire estaba sin tanta contaminación, la moneda era más sólida (se mantenía a la par del dólar), la vida nocturna era segura aun en la capital; en los pueblos, la vigilancia la cubrían dos o tres agentes; las cárceles no se saturaban. El nivel escolar era bajo: pocos docentes, pocos colegios, una universidad. No se daban los asaltos ni robos a domicilios; y estos eran un fenómeno raro. El soborno y corrupción ni se mencionaban.

Los primeros misioneros llegaron de los Estados Unidos, por amor a Dios y a las almas. Trabajaron con el apoyo del gobernador Justo Rufino Barrios, quitando en parte la jerarquía romana. Los misioneros y los primeros cristianos sufrieron el menosprecio como está en la historia del cristianismo.

Después del terremoto del 4 de febrero de 1976, aparecieron grupos evangélicos que traían comida y ropa. Muchas familias dejaron su país para ayudar a reconstruir o construir casas para familias de escasos recursos. En esa época surgieron grupos, especialmente de personas que conocían el ministerio Pentecostal. Por ello tenemos un sin número de iglesias y misiones en todo el territorio nacional. Y para el estrato social más elevado, hoy tenemos las “mega iglesias”, que por la afluencia dominical tienen hasta tres servicios, pero el efecto de paz y amor no se ve. Bien dice la palabra que lo que se siembra, se cosecha. Sin duda hay letra, pero no se tiene el Espíritu. Quizá porque para algunos el evangelio es una profesión, lo cual puede ser la presencia de académicos que no van a dar la palabra, si no hay buen pago y  buen hotel.

Hermanos, oremos para no caer en tentación, porque el amor a Dios y al prójimo se enfría, la fe se debilita y la ciencia se acrecienta. ¿Cómo está el lesbianismo o el homosexualismo? La furia por los casamientos es mayor cada vez. Veamos lo que pasa en Honduras, El Salvador y Guatemala, según una noticia publicada el 29 de octubre de este año: “migrar o morir parece ser ya la realidad para millares de pobres en la región”. Los pobres y marginados están condenados al olvido, así que “la migración seguirá creciendo”. Estos son algunos ejemplos para afirmar que el mundo está bajo el maligno.

A su iglesia, el Señor le dice: “…corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…” (He. 12:1-2). El Señor declara a sus discípulos, si le oímos con temor y temblor para seguirle: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt. 5:3-8). El Señor dice a su pueblo donde quiera que esté: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33).

La consolación se experimenta si amamos a Dios y guardamos sus mandamientos, leamos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Jn. 14:15-16). Pablo nos dice: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley” (Ro.13:8).

Para la iglesia, los mandamientos se estudian, se repiten en casa y se practican.  Así nuestros pastores, desde hace muchos años visitan a los hermanos que fueron a los Estados Unidos para trabajar, buscando solucionar sus problemas materiales. Pero Dios en su misericordia llega a esas personas y a muchas familias que valoran lo que Dios nos da en nuestras reuniones generales  y en los servicios ordinarios y extraordinarios que se hacen en las visitas pastorales, y que son transmitidos por internet.

A los que no viajamos a los Estados Unidos, nos queda visitar los campos para la edificación mutua, porque en nuestras comuniones lo principal es la comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo. Gracias a Dios por la extensión del reino y su justicia.  Agradecemos al Señor porque hermanos que conocieron a Cristo en el exterior del país han retornado, se han incorporado y trabajan para llevar la verdad que da libertad para servir a los necesitados del amor y a las almas, como lo enseñó nuestro Señor y Salvador.  Amén.