Quizás algunos de nosotros hemos tenido la experiencia de caminar o correr viendo al frente un velocímetro convencional o digital, el cual nos marca una velocidad determinada, con la ilusión de que a mayor esfuerzo avanzaremos más. El cansancio y la fatiga se harán cada vez más notorios. Sin embargo, transcurre el tiempo y la ilusoria meta no se avizora aún en el horizonte. Hay desánimo y la motivación se va deteriorando, el fracaso es inminente. ¿Pero qué pasa? Mira hacia abajo y entérate: ¡estás sobre una faja sin fin o una bicicleta estacionaria! Lo lamentable es: que si tu intención es llegar a algún lugar lejano como meta, temo decirte que allí te quedarás. Tal vez habrás de desarrollar algunos músculos o la ilusión de avanzar pero, creo que te equivocaste de vehículo y de estrategia de avance.

Estamos en un mundo, que mediante tácticas humanas dirigidas por el maligno nos muestran metas reales o ilusorias, las cuales son presentadas a instancias filosóficas de error y engaño. Y nos embarcan en proyectos que mueven nuestra existencia misma, involucrándonos en un complejo sistema a todo y a todos los que nos rodean, leamos: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su final es camino de muerte” (Pr. 14:12).

Refiriéndome a mi ejemplo inicial, temo advertir en estas notas la peligrosidad que representa “la religión”, la cual ha sido una de las armas satánicas más efectivas a través de los siglos, para el reino de la oscuridad. Engañando cada día y trayendo más adeptos a sus mortales fauces, dentro de las cuales fácilmente caerán los simples, mediante la fascinación de los sentidos y la sensualidad humanista, leamos: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Co. 11:3). Analicemos este sistema: todas las religiones nos hablan de Dios, de un reino, de una eternidad, de promesas, de algunos mandamientos basados analíticamente, quizá en la Sagradas Escrituras. Se muestra una piedad a toda luz y alrededor de complementos como: la solemnidad, sacrificios, ofrendas, la música de diferentes géneros, el misticismo acompañado de algunas formalidades administrativas y toda una gama de sensualismos, nos muestran una verdad -sin discusión- e idealizamos todo aquello como: “la meta perfecta”.

Luego, nos hacen abordar un vehículo desconocido y nos iniciamos en una amplia y sacrificada carrera religiosa llena de buenas obras materiales benéficas: obra social por aquí, obra social por allá. Recibiendo como recompensa, glorias e incentivos humanos y hasta cuotas de poder, las cuales llegan a ser nuestra alienante motivación; perdiendo la visión del verdadero propósito del evangelio, que consiste en arrebatar las almas al maligno mediante el conocimiento de la verdad de Jesucristo, el cual manifiesta su beneplácito en presentar la realidad de una vida de negación, de una cruz, y de que: “…No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4).

Nuestra labor dentro de este camino no debe ser únicamente el enfoque humanista como nuestra meta, sino que nuestra proyección para nosotros mismos y para todo aquel a quien Dios nos permita dar este mensaje, sea encaminado a que nadie se apoye en el hombre, sino que cada uno busquemos ardientemente el rostro del Dios vivo y verdadero, el cual fielmente dice: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas la cosas?” (Ro. 8:32).

Entonces, pensemos por un momento: la religión es un vehículo estacionario, que nos puede mostrar una buena meta y que en la práctica nos vuelve: “muy activos” como aquellos fariseos a los que hace alusión el Señor: “…recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros” (Mt. 23:15). Esto habla de: “activos, pero no efectivos”, para el reino de los cielos. La religión nos hace admirar hombres, templos, organizaciones, beneméritos, altruistas, los cuales llegarán a constituirse en “diositos” de los débiles, y estos a su vez, harán en su momento el papel de desplazar al único y sabio Dios y con ello, la pérdida de la visión de lo eterno, trabajando arduamente sin avanzar en el camino a la vida eterna.

Mi amado hermano y amigo, este estudio lleva como principio, que cada uno consideremos, en primer lugar: cuál es nuestra verdadera meta, bajo el enfoque de la eternidad, mediante lo enseñado por Jesús y plasmado en su bendita palabra, analizándola y escudriñándola espiritualmente, con la asistencia del Espíritu Santo. En segundo lugar: enfocar nuestra ayuda humanitaria, no a título personal. Intercediendo y proveyendo discreta y secretamente, sin crear enfermizas dependencias humanas. Soltémonos de cualquier gloria al estilo del Señor, quien dijo: “Gloria de los hombres no recibo” (Jn. 5:41). En tercer lugar: salta de tu “faja sin fin” o “bicicleta estacionaria”, y ven y corre con paciencia la carrera de la fe en la libertad de Cristo, poniendo nuestra mirada en él y sólo en él. Jesucristo es el único modelo digno de imitar y convirtámonos en: “ACTIVOS EFECTIVOS”, avanzando a la eternidad para la gloria de nuestro buen Dios. ¡ALELUYA, ALELUYA! Amén y Amén.